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La leyenda que no cesa

10/10/2021
 Actualizado a 10/10/2021
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En su discurso sobre el bicentenario de la independencia mejicana, opino que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha sido injusto a la hora de juzgar el papel de España en América. Además de exigir pedir perdón por los agravios contra los pueblos indígenas –como así lo ha hecho el papa Francisco por lo que concierne a la Iglesia–, no debería haberse pronunciado solo denigrada y unilateralmente sobre la colonización española. La renuencia a la hispanofilia de López Obrador me recuerda aquello de Louis Van Gaal «¡siempre negativo, nada positivo!». Francisco de Quevedo ya dijo: «¡Oh, desdichada España! Revuelto he mil veces en la memoria de tus antigüedades y males y no he hallado por qué seas digna de tan pérfida persecución».

El comportamiento de los españoles en América es uno de los factores de la Leyenda Negra. La Enciclopedia Británica describe la Black Legend como: «Término que expresa una imagen desfavorable de España y de los españoles, acusándolos de crueldad e intolerancia, predominantemente durante el pasado en la obra de numerosos historiadores extranjeros, particularmente protestantes. Inicialmente está asociada con la España de siglo XVI y la política antiprotestante de Felipe II. El término fue popularizado por el historiador Julián Juderías en su libro homónimo».

En otras palabras, la Leyenda Negra es una incitación alevosa y recalcitrante llena de tópicos y mentiras, que imagina una España extremadamente inquisitorial, ignorante y fanática, inculta y dispuesta siempre a las represiones violentas, enemiga del progreso y de las innovaciones. Ya antes que Julián Juderías, Emilia Pardo Bazán había escrito: «Por Leyenda Negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países».

Cuando parecía un asunto historiográfico ya acabado, la Leyenda Negra ha vuelto a rebrotar recientemente con nuevos argumentos y aportaciones por Elvira Roca Barea a través de su exitoso libro ‘Imperofobia y Leyenda Negra’, aparecido un siglo después de que Julián Juderías formalizara el concepto tras la publicación de ‘La Leyenda Negra y la verdad histórica’. Después, Stanley Payne insistiría sobre ello a favor de España en su libro ‘Contra la leyenda negra’. Y entre otros, lo ha visto claro también Ricardo García Cárcel (‘La leyenda negra’ y ‘El demonio del Sur’), uno de los historiadores que más y mejor ha escrito sobre esta cuestión y sus repercusiones.

Conviene tener en cuenta que no solo los extranjeros han sido lo únicos en azuzar una leyenda sobre el papel perverso de España, algunos españoles también han contribuido en alguna medida a alimentarla. Citemos tres nombres. Bartolomé de las Casas escribió en defensa de la libertad del indio, interpretando el carácter injusto, inicuo y tirano de la conquista. Antonio Pérez, secretario de cámara de Felipe II, fomentó desde Inglaterra la Leyenda Negra basándose en la política persecutoria contra él. Y Juan Antonio Llorente fue un clérigo afrancesado que huyó a Francia donde publicó una ‘Histoire critique de l’Ínquisition’ exagerando el número de ajusticiados.

La aludida Elvira Roca Barea, en una reciente entrevista, interpreta el espinoso asunto catalán como actualización de la leyenda negra: «Ese relato vicioso de la Historia de España ha sido una de las fuentes de alimentación de este tipo de nacionalismo periférico que si es algo, es antiespañol. Porque España es el compendio de todos los horrores y ellos las víctimas que se quieren liberar».
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