La leyenda es el alimento

14/09/2021
 Actualizado a 14/09/2021
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Las historias más bellas del deporte son aquellas que se alimentan de las leyendas, un legendario que nace de la realidad y lo va agrandando el boca a boca, los recuerdos y los sueños. Así hay pequeñas realidades que primero se van multiplicando y después ya nunca se sabe si son verdad o ficción, o las dos cosas a la vez que, por extraño que parezca, no son incompatibles.

Es buen día para recordarlo hoy que a los culturalistas se nos ha ido alguien que sólo era un paisano que había nacido en Aragón (Maño) y se mudó en leyenda en aquel viejo campo de La Puentecilla hasta el punto de que ya jamás sabremos si ese sonido de trueno que recordamos cuando iba a despejar de cabeza aquellos balones cargados de agua y nieve era así de estremecedor o lo hemos ido soñando poco a poco; no en vano el maño Maño había nacido en Calanda, el pueblo de Teruel donde hacer sonar los tambores es una religión ¿Sería lo que sonaba en la grada un paisano de Maño que hacía coincidir el golpe en su frente del balón con un golpe en el tambor? Qué más da.

¿Cómo nace la leyenda de los leones? ¿hace falta demostrar ferocidad para ligar tú nombre al de San Mamés, aquel santo turco que asustó a los leones? Qué más da cómo nace, la realidad es que la leyenda hace que los rivales sientan en el histórico campo como que los echaran a los leones.

Y sus aficionados pasean sus leones allá donde van, tal vez para asustar. Los colocaron en las gradas herederas del viejo Amilivia y parecía que iban a surtir efecto, pero contaba otra leyenda local, la de Maño, que ni ante los leones se iba a amedrentar aquel gigante nacido en Calanda... Míralo así, lo entenderás mejor y resultará más bello.
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