La León-Benavente, o cómo poner a prueba la paciencia del conductor

El Gobierno sigue sin fijar plazos para resolver el mal estado de este tramo de la A-66

I. Herrera
30/10/2017
 Actualizado a 19/09/2019
El volumen de tráfico, la climatología del territorio y los años son los argumentos que da el Gobierno sobre el lamentable estado de este tramo. | MAURICIO PEÑA
El volumen de tráfico, la climatología del territorio y los años son los argumentos que da el Gobierno sobre el lamentable estado de este tramo. | MAURICIO PEÑA
Los mejores sueños se van por el tubo de escape del autobús cuando el conductor entra en los 40 kilómetros que empañan una ruta que atraviesa el país de norte a sur por autovía, de Sevilla a Gijón. Los 786 kilómetros de la Ruta de la Plata pierden todo su glamour entre Benavente y León, más concretamente entre el enlace de la circunvalación de la ciudad zamorana con la vía que enfila hacia Asturias, hasta bien pasada la salida de Valencia de Don Juan. Treinta kilómetros de infierno.

El firme se vuelve una montaña rusa sin gracia alguna ni para el vehículo ni para el que lo conduce. Se le despiertan los pasajeros al ‘autobusero’ y se le hincha la vena a los conductores, que bien se podría decir que se ven obligados a pasarse por el forro lo que establece el código de circulación y echarse al carril izquierdo. No es ni lo correcto ni lo seguro ni lo deseable, pero el derecho se hace imposible.

Los baches tienen vocación de socavón y agarrar con fuerza el volante en este tramo responde en parte a la necesidad de evitar que el coche se salga del carril y, en otro tanto, a guardar la estabilidad del conductor, que no sabe si pilota un coche o una moto acuática.

Eso sí, la conversación en este tramo está asegurada: el estado del firme. Porque habrá autovías que soporten mucho más tráfico (lo dicen los datos), las habrá con mayor índice de siniestralidad (también existen cifras), pero cualquiera que haya viajado de Gijón a Sevilla, o viceversa, afirmará seguramente que no ha conocido un tramo de autovía tan lamentable como el comprendido entre los puntos kilométricos 143 y 156 de la A-66.

¿Pero qué dice el Gobierno central al respecto como responsable de la vía? Pues que está mal, pero tampoco tanto. Este periódico le ha hecho la pregunta a través del Portal de Transparencia. La respuesta ha tardado dos meses, pero ha llegado, aunque si lo que esperan encontrar en las líneas que siguen es una fecha de cuándo se va a poner remedio a estas deficiencias, pueden dejar de leer este artículo ahora mismo: no la hay.

Lo más que dicen desde la Dirección General de Carreteras es que en 2015 se destinaron cerca de 2,2 millones a la reparación del firme en el tramo León-Benavente. Si fue dinero tirado a la basura o si salvó el trazado de tener que ser cerrado es difícil de saber... Y sobre previsiones hablan de que "existe" un proyecto destinado a "la reconstrucción estructural del firme en la A-66, calzada izquierda entre los puntos kilométricos 143+100 y 196+300, en la provincia de León, que se encuentra en fase de licitación". Y otro "planificado" para la calzada derecha. No hacen alusión alguna sobre plazos ni garantías de que la inversión que venga (cuando llegue), vaya a tener más éxito que la de 2015.

11.000 vehículos al día


La información facilitada en respuesta a la solicitud realizada a través del Portal de Transparencia del Ejecutivo central cifra en 10.970 los vehículos que, cada día (datos de 2015), circulan de media por el tramo citado. De ellos, 1.750 son pesados.

"¿Cuáles son los motivos de tan graves deficiencias?". Era otra de las cuestiones planteadas dando por sentado que hay muchas otras vías que soportan mucho más tráfico que ésta. La respuesta: "La autovía A-66, en el tramo que discurre por la provincia de León, fue inaugurada en el año 2003. Factores como el deterioro progresivo del paso del tiempo, unido a la intensidad de vehículos que circula por la misma, así como, en gran medida, a las incidencias climatológicas severas a que se ve sometida la autovía, redundan en el estado actual de la misma". En resumen: el tráfico (muy inferior al de muchas otras autovías), el tiempo leonés (tan duro en su versión cálida como en la gélida) y los años (que pasan también para las carreteras), hacen que esté como está, un estado que se resisten a calificar de bueno, malo o regular. Sin duda alguna, todo verdad, pero quizá para eso esté el mantenimiento...


La siniestralidad es baja

Otra verdad como un templo si se atiende a los datos es que la siniestralidad es baja, aunque las estadísticas no recogen ni los sustos de los conductores ni los euros gastados en los coches maltratados.

Lo que sí se refleja en las estadísticas facilitadas por el Ejecutivo es que entre 2012 y 2016 hubo ‘sólo’ 72 accidentes con víctimas, seis de ellas mortales, 21 heridos graves y 95 heridos leves. Y además, añaden, la evolución del periodo citado arroja una reducción año tras año del número de accidentes con víctimas, lo que demuestra que no poder circular a la velocidad permitida –vamos, el ir a paso de burra para sentir menos los baches– evita accidentes.

La conclusión que sacan es que "relacionando la accidentalidad con el nivel de exposición, determinado por el volumen de vehículos-kilómetro recorridos, el riesgo medio de sufrir un accidente de tráfico en dicho periodo (2012-2016), en el tramo analizado de la A-66, es prácticamente la mitad al del conjunto de autovías de la red de carreteras del Estado, al presentar un índice de peligrosidad de 3,8 frente al 7,8 del total de autovías (es decir, un 51,3% inferior)". Vamos, que todavía tenemos suerte...
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