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La lengua y los lenguados

20/03/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Sigo bajo el síndrome de lo políticamente insólito e incomprensible. Me preocupa, porque esto puede degenerar en enfermedad mental y acabar yo siendo víctima de mi mismo. Ciertamente es peligroso enfocarse en descubrir despropósitos y desvaríos, porque uno acaba viéndolo todo del mismo color que el cristal del absurdo con que mira. Es fácil perder la cabeza, y difícil controlar a las neuronas, siempre dispuestas a conectarse y establecer los vínculos más insospechados.

Reflexiono aquí sobre un problema evolutivo irresoluble: nuestro cerebro ha adquirido una capacidad descomunal para establecer sinapsis ilimitadas, pero sólo una pequeña parte de ellas puede ser controlada por la zona prefrontal, que al parecer es la única que puede iluminar un poco la caverna platónica en que vivimos. Hay una tendencia asociativa que es muy valiosa para generar cambios, descubrir y crear nuevas realidades, pero que, al mismo tiempo, nos lleva a la perdición. Todo se puede asociar con todo, en todo podemos encontrar ecos, resonancias o semejanzas, y basta establecer algún vínculo entre dos realidades para despertar la sospecha de que existe entre ellas alguna relación causal.

Podríamos hablar del «cerebro asociativo automático», que siempre va por delante del cerebro racional, mucho más limitado porque es incapaz de procesar la marea infinita de datos que circulan por esta ‘red de redes’ neuronal. Lo más sorprendente es que este entramado no colapse, no se autodestruya por saturación, por el choque y la incompatibilidad de las informaciones y el batiburrillo de datos almacenados. Para evitarlo, funciona un mecanismo de simplificación eficacísimo: unos pocos conceptos y mensajes se convierten en pilares y guías que filtran toda la información que recibimos. Toda la actividad cerebral contradictoria queda así secuestrada o anulada.

Acudo a estas consideraciones neuro-filosóficas para tratar de entender algo de ese discurrir de noticias inquietantes que absorben nuestra atención cada día. Es aquí donde yo observo la fuerza de esa ley asociativa. Ideas y creencias estrafalarias dan lugar a actos inusitados. Un ejemplo: la concentración independentista de Cibeles. Cualquiera que oyera los discursos que allí se pronunciaron creería haber sido teletransportado a otro planeta.

Nunca seres más enloquecidos habían ensartado mayores desatinos. Gritar, por ejemplo, el «no pasarán» de hace 80 años, como si estuviéramos combatiendo al fascismo, es delirio histórico y, además, estúpido, porque resulta que sí pasaron, y cómo. El separatismo delira, sí, y por eso es más peligroso. La España que inventan se basa en esa capacidad de asociación incontrolada de nuestro cerebro pre-racional. Ahí pinchamos en hueso, un hueso duro de roer.

Así que es ley de la miseria política en que vivimos, el confundir y mezclar el culo con las témporas, la velocidad con el tocino, churras con merinas, el magnesio y la gimnasia. Y añado yo: la lengua y los lenguados. La fonética y las imágenes tienen vida propia, son significantes que, como las partículas subatómicas, siguen trayectorias invisibles y se acaban asociando con todo lo que pillan. Todo lo que puede ser dicho, aunque sea un imposible, ya existe por sí mismo. La sintaxis es todopoderosa, crea el mundo.

Digo lengua y lenguados, porque aquí funciona la semejanza mórfica y la resonancia fónica como factores asociativos. De lengua (órgano anatómico) deriva lenguado, pero nada tienen que ver. Lengua, lenguado y lenguadina son peces planos de la familia de los pleuronectiformes, parecidos, pero de distinta textura y sabor. Por eso es muy fácil que nos den lengua y lenguadina (incluso gallo) por lenguado.

Puestos a descubrir rarezas, el lenguado tiene una rara característica, que es tener los dos ojos del mismo lado de la cabeza, así que es asimétrico. Uno de los ojos, que al nacer está en su sitio, emigra luego al otro lado. Le viene bien, porque como se pasa la vida echado del mismo lado en el suelo y medio oculto, necesita los dos ojos para ver a sus presas, porque es carnívoro. Así que mira de un solo lado, como, por lo demás, hacen muchos políticos lenguados (también los hay merluzos y besugos), que no de frente.

P.D. Espero, aunque me temo, que el juicio a los separatistas catalanes no acabe siendo otro ejemplo de mi teoría asociativa delirante, en el que las palabras anulen a los hechos, la palabrería construya una realidad alternativa. ¿No ha dicho Trapero que él tenía un plan para detener a Puigdemont y eso ha pasado por un hecho, sin que nadie le haya pedido pruebas y concreciones?
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