La identidad de San Román

11/06/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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En tiempos de identidades y banderas no está de moda el pueblín. La preferencia está en aglutinar, para que el todo se haga fuerte, y puede ser por el método de apoyo consentido y aplauso, o por la deglución del pezqueñín. Esta segunda fórmula es la más efectiva, sobre todo cuando el que zampa es el que pone el plato al resto (máster en política tema uno). En el mordisco va incluida una falta de respeto supina, el ejemplo notable de la negación de la participación ciudadana y la invalidez de los gobernantes que dan la espalda a los suyos para que sean aún más suyos. Pero sobre todo conlleva el enfado, la pataleta y la rabia. Que se lo digan a los vecinos de San Román de Bembibre, tierra madre y recurso estival de infancia a orillas del río negro. Cada mañana tienen que pasar por la misma rotonda insultadora, que enarbola un mayúsculo Bembibre justo a su entrada, obviando por completo que esos primeros tejados de pizarra tras la inmensidad de las ocho letras pertenecen a San Román. Territorio conquistado por omisión, porque lo que no tiene nombre tiene una tendencia innata a la desaparición. Y cabe la pregunta del ¿por qué? ¿Qué metedura de pata ha tenido el pueblo para merecerse esta digestión? Que no, que madre y los suyos no son de Bembibre, son de San Román, con su fiesta del Carmen y del patrón y eso no lo rompe ni el monstruo madrileño de Fomento ni el consentimiento de un Ayuntamiento pasota. El bautismo, hasta para los que no creemos, debería ir a misa. El apellido viene después.
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