18/12/2020
 Actualizado a 18/12/2020
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Tengo la sensación de que la gente que no pisa habitualmente la redacción de un periódico, pero que consume su información con ojo no sé si crítico o conspiranoide, cree que cada palabra publicada en cada una de sus páginas está milimétricamente medida con un propósito claro y conciso, normalmente el de ofender a algún colectivo en beneficio de algún otro.

Nada más lejos de la realidad cuando la urgencia y un cierre apretado marcan el paso, algo que sin duda hace a la prensa en papel especial a cualquier otra. Para siempre quedan impresas las palabras aquí escritas, lo que sin duda hace que te las pienses un par de veces. Una exigencia que no existe en los medios digitales, a los que la desaparición del botón de ‘editar’ sacaría los colores en la amplia mayoría de los casos.

Pese a todo, ser esclavo de la hemeroteca está siendo especialmente duro para muchos en estos tiempos que nos toca vivir, en los que el «ya lo dije yo» se está convirtiendo en el ‘trending topic’ de la vida real, que no deja de estar en esa red social llamada bares (cuando están abiertos).

Es por todo eso que no deja de sorprenderme cómo absolutamente todos estamos viendo la tremenda hostia que nos vamos a dar este mes de enero y a nadie parece importarle mientras podamos tomar cuatro cañas con los colegas y pasar unas navidades lo más próximas a la normalidad. Todos lo avisan, todos lo saben, lleva escrito meses, pero nadie se plantea remediarlo también por la falsa sensación de que el inicio de la vacunación va a acabar con todos los problemas. Por ‘salvar’ el verano volvimos a estar al borde del caos y por ‘salvar’ la Navidad quién sabe cuando vamos a poder levantar cabeza. La hostia sería anecdótica sino fuera porque todos los días está muriendo gente. Y lo peor de todo es que lo hemos normalizado.
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