Angel Suárez 2024

La hora de los enanos

23/04/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
César Benítez Bardal es el mejor abad que Minerva y Veracruz podría haber tenido en estos dos últimos años. En ellos la memoria de actividades de la cofradía se ha ampliado visiblemente, por un lado por lo que respecta a aquellas que tienen como objetivo a los niños, a los discapacitados y a los necesitados, a los que César y el reducido grupo de seises que siempre le acompañan han dedicado, sin capa blanca ni vara, la totalidad de su tiempo libre; por otro, en cuanto a las que se refieren a la práctica de esa antigua religión llamada Cristianismo que algunos hermanos profesan incluso fuera de los siete días que transcurren entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. Siempre es motivo de alegría que una de nuestras cofradías de raigambre haga seise o abad a un cristiano, pero es que además en el caso de César no hay la menor sospecha de que su trabajo en Minerva guarde relación con el culebreo social, político o empresarial que a veces se oculta tras el fervor semanasantero. De su labor se dio cuenta detallada en la pasada Junta General del Domingo de Ramos, la más pacífica que se recuerda en décadas.

Y sin embargo, en los últimos días se ha puesto de moda zurrar a César y a la Junta de Seises de Minerva porque la procesión del Entierro tuvo que dejar en la salida uno de sus pasos emblemáticos. La causa no fue que al abad se le olvidase en el almacén, ni que el paso no estuviese dispuesto y a tiempo para la procesión, sino que muchos de sus braceros, de los que constan voluntariamente inscritos al paso, ni fueron a pujar ni avisaron previamente de su ausencia, como es su obligación. Si la hubieran cumplido, es decir, si sencillamente hubieran comunicado su falta con una llamada de teléfono o un triste Whatsapp unas horas antes de la procesión, el seise hubiera sabido que no contaba con el suficiente número de braceros, y se hubieran podido adoptar las medidas necesarias. Pero como ello sólo se supo en el momento de la salida, y como no se conoce, de momento, a ningún abad ni seise que pueda meterse bajo el paso y suplir a veinte braceros ausentes, el paso se quedó en tierra.

En Minerva y a su alrededor, como en casi todas las cofradías, hay quienes sostienen puntos de vista radicalmente opuestos a los de César y a los de la actual Junta de Seises. Unos los defienden legítima y lealmente, y otros prefieren utilizar este tipo de anécdotas para depurar rencillas personales y para hacer sangre. A estos últimos, y a las periodistas dispuestas a hacerles el caldo gordo, nunca les importará lo que de verdad haya sucedido. Esta es su hora.
Lo más leído