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La hibernación como forma de gobierno en España

19/05/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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No es prioritaria la preocupación, en los políticos nacionales, por alcanzar una mejor, y no zarandeada, educación en España. En los estudios previos a los grados universitarios, contamos con desigualdades en cuanto a la exigencia, en razón de la taifa; existen textos dispares para una misma disciplina, y claramente una tergiversación de nuestra historia en comunidades como Cataluña, cuando no la omisión de los valores culturales de la nación. Así, respecto a las recientes denuncias de los bachilleres castellanos y leoneses por cómo, en una región ‘puntera’, se ven perjudicados en la prueba de acceso a los estudios universitarios, dada la desigualdad en el modelo de examen y temario, después de las típicas declaraciones para escurrir el bulto, nada hemos sabido. Tampoco del informe sobre la manipulación de los contenidos en los libros de texto, demandado por la asociación de profesores Ames (ya hace un año); y, lo más sangrante, verificamos la inexistencia de una investigación propia, por parte del Gobierno (durante su mandato en la Generalidad) respecto a la humillación infligida por varios profesores a alumnos, hijos de guardias civiles, en el instituto catalán Sant Andreu de la Barca.

En lo que respecta a la enseñanza universitaria tampoco ha sido actualidad ninguna propuesta que modernice, y garantice, para todos, un acceso igualitario a la docencia superior. Son asuntos turbios, o de corruptelas, o de influencias, los que han ido sucediéndose, desde la ‘graciosa’, y bien pagada en la ausencia, beca de Errejón, a los másteres o titulaciones de licenciatura, en la actualidad de grados. Para la mayoría de alumnos, trátese de los anteriores cursos de doctorado, o de los actuales másteres, se requiere, en las diversas asignaturas, para su superación, unos trabajos de investigación, y una asistencia a las clases teóricas respectivas. Sin embargo, apreciamos que tal exigencia no es para todos igual, pues Cristina Cifuentes, o Pablo Casado, han demostrado su sabiduría sin cumplir todos esos requisitos habituales. Respecto a este último político, no puede evitar uno el sorprenderse por el hecho de que, al tiempo que desempeñaba el cargo de diputado en la Asamblea autonómica madrileña, fuese capaz, después de años un tanto infructuosos en el Icade, de superar en menos de un semestre, en el Centro Cardenal Cisneros (dependiente de La Complutense), la mitad de asignaturas de una titulación en Derecho. En realidad, un talento o lumbrera así es una pena que se desperdicie en los fangosos lodos de la lucha política.

A la palestra han ido saliendo, por los casos mencionados, una serie de profesores, de responsables de curso, a los cuales la justicia puede que no deje bien parados. El anterior director del Cardenal Cisneros, Pérez de Vargas, afirma que Pablo Casado llegó «cobijado o ayudado por las autoridades de la Comunidad de Madrid»; difícil será el demostrarlo, si así sucedió, y si sucedió debería haberlo denunciado, o evitado, cuando desempeñaba su alta función. En todo caso, sí que importaría el conocer cómo accedieron los que fueron sus profesores a su plaza docente, y si la obtuvieron en un proceso público, con igualdad de oportunidades para otros posibles aspirantes, o bien de forma privilegiada por medro político o amiganza. Aunque puedan parecer temas estos, menores, incluso anecdóticos, son síntoma de algo más profundo, que hunde sus raíces en unos hábitos propios de una sociedad que aún no ha desterrado vicios decimonónicos, que no son otros que el de buscar ‘influencias’, o bien tejer una ‘red clientelar’; es una maraña que perdura por la renovación, en el insano hábito, de cuantos se van incorporando al clan.

Más allá del inmoral provecho que algunos ciudadanos obtienen, para su promoción académica, profesional, o dádiva en fundaciones o similares, durante su paso por las sedes políticas, tenemos los españoles un verdadero problema, porque unos y otros partidos (en alguno más intensamente), cuentan con representantes ‘peculiares’, los cuales entre lo que dicen y lo que hacen hay un abismo. No faltan cada pocos días un santo varón, o una beatífica mujer, del ámbito político, sin titular porque aquellos asuntillos con los que venían zahiriendo a sus contrincantes forman parte también de sus anteriores o nuevos pecados. Ni solo son estas cuestiones relacionadas con la educación las que nos van sorprendiendo; hay otras de gran calado que afectan a la concepción misma de nuestra nación y a su dignidad, es decir, al respeto que desde los poderes existentes por la Constitución se nos debía de garantizar; en esta España, que hemos de reconocer como plural, pero no como provechoso alimento, en las formas y en la nutrición, para aquellos que pregonan pertenecer a una raza que precisa de exclusiva pitanza.

Tal deterioro no es fruto de un día, pero da la sensación de que suponen mucha ‘tela’ para los que están colocados en la cúspide política, de gobierno o de oposición. Problema tras problema, se van acumulando, sin ninguna resolución satisfactoria; mientras, el ‘discurseo’ se templa o enerva, como si habitásemos en un corral de gallos acechantes, y los problemas permanecen en el limbo de la hibernación.
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