La herradura y otras ‘calzauras’

27/04/2022
 Actualizado a 27/04/2022
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Van desapareciendo los viejos potros de las calles de nuestros pueblos. En cualquier esquina, en un ensanche o incluso en la plaza el potro le daba sabor a ganadería al lugar. Allí llegaban vacas, caballos, yeguas y toros, el herrero y el dueño los sujetaban pata a pata y le colocaban el calzado al animal que marchaba con sus zapatos nuevos levantando polvo por los viejos caminos.

Y los chavales encontraban en el potro, en horas de descanso, el mejor de los juguetes, un potro era un parque infantil completo, para subirse, sentarse, balancearse, arriesgarse y caer, diciendo en casa que había sido un resbalón en la calle para evitar la eterna monserga de la madre: «¿Cuántas veces te tengo que decir que no juguéis en el potro, que es muy peligroso y las cosas son para lo que son», un rematede reprimenda realmente incuestionable.

Pero llegaron unas fraguas portátiles, colocadas en una furgoneta, que hacen la herradura en el momento y no requieren potro. Los herradores —holandeses los más conocidos de esta provincia— recorren los pueblos trabajando con mucha más eficacia, incluso profesionalidad, pero siendo muy infieles a la vieja historia de la herradura, el potro y las calzauras.

Una vieja historia que espera en una caja de plátanos a algún anticuario o a quien necesite un amuleto de la fortuna, que todo vale.
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