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La heroicidad de estar en casa

21/10/2020
 Actualizado a 21/10/2020
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A estas alturas de la pandemia todos sabemos lo complicado que es no conocer a alguien que ha estado afectado de una manera u otra por el coronavirus, si no es uno mismo el que ha tenido el virus. Lo que no es tan obvio es que después de siete meses en los que es imposible que pase un día sin ver, oír o leer algo sobre el Covid-19 todos tengamos claro qué hay que hacer cuando hay sospechas de estar enfermo: quedarse en casa.

No será porque no lo han repetido diferentes administraciones sanitarias (por si alguien tiene que escuchar al ‘suyo’ para creérselo), pero más allá de la variedad de comprensión de cada uno de nosotros, no creo que sea tan difícil quedarse en casa mientras se aplican los protocolos sanitarios, que como todos los procesos en los que hay personas de por medio, tienen sus cosas buenas, sus cosas malas y sus complejidades, tanto de realizar como de entender.

Diez días me he quedado en casa por ser un contacto estrecho de unos positivos, y aunque me he perdido las últimas tardes de buen tiempo del año, no creo que haya sido la peor semana de mi vida. Ni tan siquiera del año. Y tampoco una heroicidad quedarme en casa. Por suerte, la PCR (que tampoco es para tanto, también se sobrevive a ella...) dio negativo y ya puedo volver a la calle. Otra cosa es que haga la vida normal como entendía hace solo unos meses, o incluso en verano, cuando casi todos pensábamos que se podía aprovechar el sol para olvidarnos del virus. Hay fórmulas más que viables para disfrutar de la cultura o de los bares de forma segura y, por supuesto, de amigos y familiares. Pero no deberíamos olvidar que hay muchas cosas en juego, y no solo económicas. ¿Nos imaginamos un hospital saturado con pacientes Covid? ¿Qué pasa si vamos por otra dolencia, también urgente, y no nos pueden atender? Está en nuestras manos más de lo que pensamos.
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