17/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Preguntado Luis Mateo por Manuel Llorente, con motivo de su último libro: ‘Gente que conocí en sueños’ acerca de la hernia inguinal que sufre uno de sus atrabiliarios personajes, nuestro amigo leonés responde: «Es un elemento simbólico de la precariedad de nuestro sistema fisiológico operativo, una enorme contingencia, y en mis personajes hay mucha fragilidad, muchos de ellos están herniados y con ello propensos a que la hernia se les estrangule, una manera no muy digna de morir».

Esto, a bote pronto,y sin anestesia, puede parecer impropio de un genio sensato y prudente. En boca del más insigne narrador vivo de la literatura española, tan rica hogaño en grandes narradores, a este cronista la suena a revelador, a toda una declaración de principios. Y es que, al contrario que tantos escritores actuales, nuestro amigo desde los tiempos de Claraboya ha huido siempre de los personajes triunfadores, de los héroes. A él le toca acompañar a toda clase de desvalidos y enloquecidos tipos, incapaces de aceptar la realidad tal y como nos la propone una sociedad carente de todo tipo de sueños que no sean materiales. Una hernia inguinal es mucho en la vida de un hombre, y más si es estrangulada.

Hay otro leonés, casi desconocido para el gran público, que es el Padre Isla, que también supo lo suyo acerca de hernias, ya que padeció, en su vejez, una que le obligó a fabricarse él mismo un ‘tirabraguero’ (como él lo llama en las cartas a su hermana María Francisca) y que le impedía moverse a sus anchas en la corte de los condes Tedeschi, en Bolonia, a donde fue a parar cuando Carlos III desterró a los Jesuitas para arrebatarles sus colegios y universidades y para complacer al Papa.

Claro que la hernia no deja de ser una metáfora de una sociedad civil lastrada por la mediocridad y cautiva de unos políticos de barato, incapaces de encauzar el desastroso derrotero de la enseñanza, propiciando unas generaciones de devoradores de unos productos literarios tan distantes de nuestra tradición literaria que a escritores como Luis Mateo, en la línea de Cervantes o de Valle Inclán, apenas les queda espacio editorial como para tener influencia alguna. «No tenemos respeto a los animales que domesticamos» le dice al periodista.

La hernia inguinal estrangulada es la que nos hace recluirnos a recapacitar y a leer a los clásicos para así comprender a los modernos. Pues, como diceSylvain Tesson en el prólogo de su ‘Un verano con Homero’: «Los griegos nos informan de aquello que todavía no somos» Como Luis Mateo poniendo el dedo en nuestra hernia inguinal estrangulada.
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