La Habana con el malecón en tierras de León

La bolera de Canseco acaba de cumplir cien años, pero es mucho más que un lugar para un juego tradicional; su nombre –El Malecón– nos trae a la memoria el pasado de emigración a Cuba de este pueblo, cuyos indianos sufragaron "la bolera"

Fulgencio Fernández
03/09/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Una de las boleras más bellas de León en un momento del tradicional concurso de bolos de San Roque, en la bolera del Malecón del Canseco, uno de los que más gusta a los jugadores.
Una de las boleras más bellas de León en un momento del tradicional concurso de bolos de San Roque, en la bolera del Malecón del Canseco, uno de los que más gusta a los jugadores.
En Canseco —cuyos recuerdos cercanos nos hablan del Casino, la taberna de Zapico, la escuela con muchos niños, el caserío de Busticésar...— apenas resisten media docena de habitantes en invierno. Y uno de ellos es Tomasín, al que todos conocen como El Cubano.

En Canseco los bolos son una religión. Para ellos el concurso de San Roque siempre fue una seña de identidad del pueblo, siempre pusieron los mejores premios de la comarca y escuchan orgullosos como cada año los mejores jugadores repiten que les gusta ganar allí «porque es la mejor bolera de la provincia». No les falta razón. Al lado del río, rodeada por una arboleda que protege del sol y ofrece un horizonte frondoso...

Y se llama El Malecón, como el de La Habana, pues del cubano ha tomado su nombre aunque a 7300 kilómetros de distancia.

Entre los años 1915 y 1920 en Canseco solamente quedó un hombre joven
Y se llama El Malecón porque ésta es otra obra más de los que sufragaron los indianos que se fueron a Cuba. Probablemente sea la única bolera de la provincia pagada por los emigrantes pues eran otras las obras que solían sufragar:iglesias, centros sociales, escuelas, alumbrados públicos, alcantarillados.

Así ocurre que en Canseco lo cubano está en el ambiente, se respira, pues fueron muchos los hijos del pueblo que un día emprendieron el camino de los sueños de Ultramar y lo hicieron siguiendo los pasos de aquellos que se habían ido antes. Yel destino era Cuba, casi siempre La Habana.

Alicia Fernández, vecina del pueblo, recuerda dos datos que hablan de la importancia de aquella emigración desde este pequeño pueblo de la montaña de Los Argüellos:«Siempre se contaba que hubo un momento que en el pueblo sólo se había quedado un hombre joven, el padre de Lourdes»y frente a esta realidad en León están las cifras en Cuba:«Por San Roque, el patrono del pueblo, se solían reunir todos los que habían emigrado y un año —alrededor de 1915—se llegaron a juntar en La Habana 85 mozos de Canseco». Probablemente en estas reuniones nació la idea de hacer algunas donaciones a su pueblo pues uno de ellos, Matías González, que regresó después de muchos años allá y ya fallecido, explicaba en el libro ‘Arbolio I’que «los indianos salimos con el sueño de volver a nuestro pueblo. Marchamos pobres y luchamos en solitario para regresar como triunfadores, para traer riquezas y engrandecer a nuestros pueblos».

Cien años de El Malecón


L o hicieron, engrandecer su pueblo, en Canseco y curiosamente la primera obra que sufragaron fue esta bolera de El Malecón, que fue inaugurada en 1918, es decir, acaba de cumplir un siglo de existencia y así se celebró en el tradicional concurso de San Roque, disputado hace tan solo unos días.

Frente a ello, en una reunión de indianos en La Habana por San Roque había 85 mozos del pueblo
Los ‘libros del pueblo’ recogen la memoria deaquella iniciativa a medio camino de las tradiciones populares y la generosidad de los indianos, ya que lo que se hizo fue transportar todo el material necesario para hacer una gran bolera y el muro que le daba más sentido al nombre de El Malecón por el sistema de hacendera, pero los emigrantes del pueblo les pagaban a los vecinos sus asistencia a la misma con lo que también se creaba un trabajo.

Yasí nació en 1918, hace un siglo, la bolera que para muchos es la más bella de la provincia, El Malecón de Canseco, que a uno de los que impresionó por su belleza fue al escritor leonés Juan Pedro Aparicio, que llevó hasta ella el origen de uno de sus cuentos más conocidos y celebrados, ‘Cigüeñas en la Catedral’, en el que escribe:«Así que por la noche, después de fatigar los músculos en larguísimos paseos por Papalaguinda o tras disputar varias partidas de bolos al lado de los muros de alguna ermita de montaña, quizá la de Canseco, con Llamas, Fierro y Fulgencio...». Y sin quizá, en la de Canseco, a la sombra de la ermita de San Roque, cuya restauración ya en los años 50 fue otra de las obras que los indianos sufragaron en su pueblo para cumplir con aquello que decía Matías González de «engrandecer nuestros pueblos».

La obra que más llama la atención de las que hicieron en Canseco está a tan solo unos metros de la bolera, el Casino, en el que los vecinos del pueblo trabajaron de manera desinteresada en ‘los acarretos’. Había sido este edificio la antigua casa de concejo, en la Corralá, pero se levantó otro de tres plantas, inaugurado en 1924 y al que llegó el primer organillo de la comarca en 1926, donado por el doctor Fernández Getino.

En este Malecónarranca uno de los cuentos de Aparicio, ‘Cigüeñas en la Catedral’
Es éste uno de los apellidos históricos de este pueblo que ha tenido ilustres vecinos, como el abogado Elías López Morán, autor del impagable tratado de ‘Derecho Consuetudinario leonés’; la banquera Catalina Fernández Llamazares. También los Fernández Getino emigraron a Cuba y construyeron una recordada finca de estilo indiano. En esta familia habían acordado el matrimonio de su hija de 29 años con Adriano Gutiérrez, pero éste al llegar a conocerla se enamoró de la hermana menor, de 14 años, y la esperó durante años para casarse. Tuvieron una hija, Josefa, que es la madre de la hoy popular televisiva Carmen Lomana.

Canseco es un pozo sin fondo de historias, de un pueblo a 100 kilómetros del mar pero con malecón.
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