La generación perdida

17/01/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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Aparte de lo que ya se refleja en su currículo, ¿Qué puede aportar a la empresa que le haga diferente, que haga que nos decantemos por usted y no por otra persona?». Le tienes delante de ti, mirándote atentamente y esperando escuchar una respuesta que le convenza, que le atraiga o quizá que le sorprenda o le impresione. Y tú te visualizas allí, como si por un momento escapases de tu cuerpo y pudieras ver la escena desde fuera. Estás sentado, con cierto nerviosismo y miedo a que justo en ese momento te quedes en blanco, se te seque la boca y no seas capaz de expresarte de la manera correcta. Y es que mi generación, esa a la que muchos denominan ‘perdida’, no estamos acostumbrados a tener entrevistas muy a menudo. Los trabajos últimamente no es que sobren ni caigan del cielo. Y menos en el periodismo. Pongámosle que echamos una media de… ¿Diez? Diez currículos a la semana, dos por día. A veces es incluso difícil encontrar dos ofertas interesantes cada día, pero obviaremos ese detalle. De todos ellos, enviados por Internet o si hay suerte entregados en mano, puede que no nos contesten de ninguno. O de muy pocos, en comparación. ¿Saben? Eso es muy frustrante. O ver cómo apenas cumples algunos de los cientos de requisitos que piden: años de experiencia, niveles bastante altos en diversos idiomas, haber hecho o no un máster, ser o no community manager… Pero ahí estás. Por fin alguien se ha fijado en ti, a pesar de tu inexperiencia, a pesar de que no cumplas a rajatabla su lista de requerimientos. Estás ahí. Y no es momento para nervios ni miedos. Es el momento de ser sincero. De decir alto y claro que estamos hartos de ese término de generación perdida. Que quiero este trabajo. Porque quiero aprender, quiero mejorar y sobre todo quiero avanzar y prosperar. Quiero adquirir esa experiencia que tantos piden. Porque me sobran las ganas. No estoy de vuelta, no tengo manías, no me creo más lista que nadie ni la estrella de la redacción. Por eso quiero absorber todo lo que se respira a mi alrededor. Porque vengo de verdad, motivada, dispuesta a todo lo que se requiera. Y porque el talento que llevamos en nuestro interior sólo está esperando a ser despertado, a que alguien sepa aprovechar todo nuestro potencial. No somos la generación perdida.
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