La generación del Fa

17/12/2019
 Actualizado a 17/12/2019
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Cómo patinábamos por la polución de aquella, ajenos aque el chiiiii de los dispensadores con gas se estaba convirtiendo en una soga. Eran los tiempos en los que las rubias buenorras, era así, te conquistaban hablando del «frescor salvaje del caribe» y hacían que el Fa se convirtiera en el desodorante de referencia. No sabía el propio Fa que su envase top ten caribeño tenía los días contados. Fue entonces, entrados los 80, cuando comenzaron a tocar los tambores del ozono, algo que buscábamos entre las nubes los días en los que la olla berciana se aquejaba de niebla y parecía que los gases contaminantes se hilaban con agujas gordas sobre nuestras cabezas. Ozono, gases de efecto invernadero y el Pronto y el Fa a la basura, como principales gestores de la trama. No fue Greta la que destapó el dispensador del Fa, pero sí miles de investigadores que cerraron el grifo de inmediato a aquella proliferación de contaminantes que se arrimaban al sobaco y que iban sumando una catástrofe que, finalmente, no pudieron frenar. Pero todos aquellos envases caminaron casi ellos solitos al contenedor, de aquella verde, como todos. Parecía que habíamos inventado las armas: segregación de las basuras, reciclado, envases limpios, menos plásticos...pero no habíamos enseñado a usarlas. Tal vez por eso, las orillas del Sil soportan una manta de plástico que le ayuda a estar calentito para prolongar la fiebre, y por eso Proyecto Orbanajo nos saca los colores al promover la recogida de miles de colillas que tapizan el trazado de las aceras urbanas como granos de acné. Puede que la tierra no esté preparada para dejar de fumar, aunque parezca quedarse en cada golpe de tos diario, pero es triste verla agonizar así, sin que nadie le arrime el pañuelo a la nariz y le coloque la máscara de oxígeno. Hacemos cola para hacerlo, pero por delante hay un muro que la COP 25 ha dejado claro. Para curar, no pasar, pasar solo para aparentar, dictaminó.
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