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La galbana docente

23/08/2021
 Actualizado a 23/08/2021
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Entre el de los profesores, como ocurre en todos y cada uno de los gremios y profesiones –incluso me atrevería a decir que en esto no hay ramo profesional que sea la excepción– hay un porcentaje de vagos que ni tienen vocación ni les importa otra cosa que cobrar su nómina a final de mes. Son parásitos del sistema que están muy bien sin pegar un palo al agua y que prefieren la teleformación a la vuelta a las aulas, de la misma manera que aprovechan cualquier ocasión para no ir a trabajar y están deseando que ocurra cualquier cosa para quedarse en casa.

Esto es así, aunque a usted le parezca que es una profesión muy vocacional, que todos los profesores aman a los niños y que disfrutan cada día con su trabajo. No se deje engañar y si el profesor es sindicalista, en fin… vamos a dejarlo ahí. A pesar de que tenga la suerte de que sus hijos han sido formados por profesores cien por cien comprometidos o conoce a dos o tres docentes que nada tienen que ver con el prototipo que le estoy dibujando, no se confíe que por desgracia no son todos así.

Afortunadamente, la de los vividores es una parte de los profesores que se dedican a enseñar a unos alumnos que cada vez saben menos. No sé si porque el sistema prefiere gente ignorante a personas formadas y con criterio, o porque muchos de los maestros y profesores de hoy en día, los de mi generación sin ir más lejos, son los de la época en que cualquiera tenemos un título universitario a pesar de las lagunas que nos dejó el paso por Secundaria.

Y si no me cree eche un vistazo a su alrededor y comprobará que destinar cada vez más recursos públicos a educación con la más noble y lógica de las pretensiones, por desgracia, no ha servido para nada. Ahora, a un par de semanas de comenzar el nuevo curso, reclaman menores ratios de alumnos por profesor y otras inversiones en los centros. Con lo fácil que es trabajar las ocho horas diarias como cualquier obrero de este país, con un mes de vacaciones en vez de tres o cuatro, y ganarse día a día el puesto de trabajo… Pero no, resulta más fácil pedir que el ciudadano medio cargue con la factura de la galbana docente.
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