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La fortaleza asediada

04/05/2021
 Actualizado a 04/05/2021
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La Historia está llena de hechos y asedios a fortalezas o enclaves fundamentales en las luchas que han sostenido los pueblos y naciones.

Siempre ha existido un enclave fundamental en el camino de la ambición o la conquista del pueblo que desea subyugar a otro. Y así los contendientes se preparan con armas y bagajes para reclinar la voluntad del contrario sin importarles, a veces , comportarse con una deshumanización tremenda ante los hechos concretos que se originan en los asedios.

Estos comportamientos los encontramos a lo largo de todos los tiempos y los métodos utilizados cada vez más refinados con el fin de doblegar al enemigo.

Los asediados, preparando el recinto de tal manera que sólo el desfallecimiento, la impericia o la traición además del hambre concluía con la entrega del bastión.

Los atacantes acudiendo a la debilitación del enemigo por cansancio, cortando los suministros, envenenando las aguas, el asalto a cuerpo descubierto sin importarles el número de víctimas y también acudiendo a la compra de voluntades de los posibles Judas del interior.

Todo era posible aunque existiera el código del honor que era traspasado en múltiples ocasiones dejando las justas de caballeros para lo más granado de aquella sociedad de postureo.

Y de esta manera los asediados respondían con todo lo que tenían a su disposición e inventiva desde sus almenas: los fosos de agua, las almenas desde las que se arrojaban aceites hirviendo, bolas de fuego, rocas enormes, además de venablos y flechas de ballesta que hacían trizas al enemigo.

Los atacantes con las catapultas y sus bolas de fuego para provocar el incendio de las dependencias del castillo, las escalas, los castilletes para afrontar las torres, la artillería cuando existió, el acoso por hambre y la traición.

Todo de forma rápida y sin extendernos demasiado en detalles porque para eso ya están los manuales de Historia y los teóricos militares, las más sangrientas series de televisión y cine que nos ofrecen, porque lo que menos interesaba era la vida humana y lo que suscitaba más ardor era el poder, la ambición y el reparto de regalías y honores para seguir extorsionando al pueblo que era el que padecía las consecuencias de las desavenencias. En fin nada nuevo bajo el sol.

¿No se parece esto algo a lo que sucede actualmente, salvando las distancias, es decir, al combate desmadrado que ciertas formaciones políticas emprenden desde sus centros de poder para seguir en el machito, violar las normas de convivencia constitucionales, servir a sus intereses y conseguir puestos de mando sin haber demostrado que tienen una mínima preparación para regentar asuntos de estado y mostrar el lado más oscuro de los que desean el poder sin el menor escrúpulo moral y ético?

No será necesario señalar quiénes son las fortalezas asediadas, ni las huestes que pretenden la conquista de tales predios, porque es evidente que unos y otros están debidamente señalados por los acontecimientos que nos abruman en estos días, y en los venideros, cuando los que tienen el mando han perdido el norte y se obcecan otra vez en reproducir acontecimientos de nuestra Historia que, una y otra vez, hemos denunciado deben estudiarlos sólo los historiadores y los ciudadanos con el fin de que no se cometan las mismas torpezas y equivocaciones ancestrales. Las tácticas son ridículas, torticeras y llenas de términos obsoletos y manipulados por aquellos que no quieren que salgan sus vergüenzas y errores garrafales que produjeron bastante desasosiego y muerte en una España que lo que necesita es sosiego, progreso, trabajo, estudio y racionalidad. Los augures y los irredentos convulsos de ciertas políticas revisionarias y revolucionarias que no cuentan con el consenso y la participación de todos los españoles deben ser enviados al foso de la fortaleza del olvido que es el lugar de donde no debían haber salido porque aunque se crean los adalides de la verdad no son más que los anunciantes del caos y de la ignorancia que siempre abocan al enfrentamiento entre hermanos.

Respeto, comprensión, tranquilidad y sosiego pedimos a los que tiran piedras, amenazan, insultan, escrachean y se creen los poseedores de la solución de todo porque son los que se apoderan generalmente de la voluntad de todos y colocan calificativos no adecuados.
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