La figura de Jaime Balmes recordada hoy

César Pastor Díez
13/10/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Tengo en mi pensamiento la Cataluña a la que amo; es una Cataluña intemporal que está por encima, más allá y al margen de cualquier momento concreto de su Historia. Es la Cataluña cuya alma retrató Jaime Balmes con prodigiosa fidelidad aunque lo hiciera en lengua castellana.

Balmes es uno de los cerebros más grandes que ha parido la tierra catalana. Se ha dicho que la filosofía de Balmes es la filosofía del ‘seny’, es decir, el código del buen sentido, según la calificó Torras y Bages o «verdadera higiene del espíritu» en palabras de Menéndez y Pelayo.

Recuerdo que con motivo del 175 aniversario del nacimiento de Balmes, el entonces conseller de Cultura de la Generalitat, Joan Rigol, de formación humanística y filosófica, que llegó a ser presidente del Parlament de Cataluña, lanzó la idea de recuperar a Balmes para el pensamiento progresista, cosa que debió de sonar a herejía en los oídos de la izquierda radical, la cual, para buscar filósofos capaces de acercarse a los problemas de una sociedad capitalista en crisis, preferiría seguramente acudir a pensadores menos contaminados de escolasticismo, por ejemplo un Carlos Marx, un Engels o un Feuerbach, en los cuales se dice adiós a lo sobrenatural y se mira el mundo espacio-temporal como lo único verdadero y absoluto.

Sin embargo, en mi opinión el señor Rigol elegía bien a su filósofo, ya que Jaime Balmes, a pesar de su ascendencia tomista, o quizá precisamente por ella, se desmarca netamente de ciertos postulados caducos que durante siglos estrangularon el progreso y la libertad. No olvidemos que Tomás de Aquino antes de subir a los altares tuvo graves problemas con la Iglesia. Seguramente Balmes jamás escribió con la premeditada intención de parecer conservador ni progresista, ya que nuestro filósofo no dependía del voto popular y por tanto no necesitaba hacer demagogia de ningún color político. Tan sólo deseaba ser sincero consigo mismo y con los demás. Pero conoció de cerca los estragos de la guerra de los siete años y tenía una noción muy clara de hasta dónde puede llegar la irracionalidad de ciertos políticos. Quiso mediar entre isabelinos y carlistas, y fracasó.

Para conocer a Balmes no es preciso sumergirse en la profundidad de su filosofía sistemática. Baste decir que la filosofía de Balmes asesta un golpe definitivo al racionalismo cartesiano, poniendo de manifiesto la insuficiencia de la razón para conocer la realidad.

Pero a nosotros, en nuestro momento histórico, lo que más nos interesa es el pensamiento de Balmes sobre los problemas socio-políticos, porque contempladas con espíritu ecléctico y receptivo, las luminosas páginas balmesianas son todavía un paradigma válido para la desorientada sociedad española y europea de la hora presente.

Decía el «viejo profesor» Enrique Tierno Galván, que Balmes poseía una mentalidad más moderna que la de los apologistas románticos del XIX. Y es verdad. Balmes provenía del sector conservador de la sociedad catalana de su tiempo, pero era el suyo un conservadurismo que podría suscribir cualquier adscrito a la izquierda teórica de nuestros días. He aquí algunos ejemplos: «Falta fijar bien el punto hacia donde ha de dirigirse la sociedad, y falta un norte que la guíe en su viaje tempestuoso»… «Decís al hombre: aprende, y no le enseñáis»; «respeta la justicia, y le dais por norma el interés privado»; «sé benéfico, y le dejáis morir de hambre»; «respetad las instituciones, y no habéis respetado ninguna»; «se confunde ladinamente el esplendor y el poder de un gobierno con la riqueza y bienestar de una nación, y se llama felicidad y progreso de una sociedad lo que en el fondo no es más que la riqueza de un número reducido de personas». Todas estas frases de Balmes podrían asumirlas los personajes más conspicuos de los socialistas y comunistas actuales.

Balmes arremete contra el feudalismo por establecer un sistema de castas, y fustiga a la Inglaterra de su tiempo, donde existen más riquezas acumuladas en pocas manos, donde muchos trabajan para muy pocos y donde el lujo insulta a la miseria.

Platón, Thomas Moro, Campanella y Rousseau dejaron escritas sus respectivas concepciones de organización socio-política para la convivencia de los ciudadanos. ‘La República’, ‘Utopía’, ‘La ciudad del sol’ y ‘El contrato social’, son unas bonachonas invenciones en que se nos presentan fabulosos paraísos habitados por ángeles más bien que por hombres, y de ahí que no sean aplicables a la sociedad humana. Balmes, en cambio, nos hablará de unas verdades más duras contra las verdades a medias, contra las utopías inalcanzables: «La vida tiene leyes duras y deberes ineludibles; desconfiad de aquellos que os la quieren presentar como una Arcadia». Al expresarse así, tal vez Balmes tenía en mente el ‘Leviatán’, de Thomas Hobbes, en que se afirma que «el hombre es un lobo para el hombre» y que presenta a la sociedad humana como una guerra de todos contra todos (bellum omnium contra omnes).

En ‘El criterio’, su pequeña gran obra, Balmes deja bien claro cuáles son sus respuestas a conceptos tales como justicia, libertad, igualdad, derechos, deberes, etc.

Doscientos años después de su nacimiento, Balmes se nos presenta hoy con una asombrosa visión de futuro. No sería tan de nuestros días el espíritu de este joven pensador catalán, español y universal si así no hubiera sabido hacerlo.
Lo más leído