La fiesta, la danza y la panza

03/11/2022
 Actualizado a 03/11/2022
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La única fiesta a la que no se congrega a toque de campana, el lenguaje universal de nuestros pueblos, es la de la matanza, el ‘sanmartino’ o como se llame en cada comarca. Y no por ello deja de ser la mejor fiesta el año en tantas casas pues además de la fiesta y su danza se une la panza, es decir, cada familia hace despensa y los arcones quedan llenos después de las matanzas, por más que el nombre espante.

No hace falta tocar las campanas pues todo el mundo sabe cuando «mata» el vecino, han sido conscientes de los largos preparativos desde que compró los orcos de cebollas en alguna de las ferias, encargó en la tienda el pimentón adecuado, tantas veces de la Vera extremeña, puso las maseras al sol y el agua en el corral y se empezó a hablar en los bares del peso que ya ha adquirido el gocho...

No es necesaria la campana pues la matanza tiene su propio y estridente sonido cuando los ‘gritos’ del cerdo camino del banco rompen el silencio de los amaneceres de heladas y frío, una especie de llamada a la celebración aliñada con unas copas de orujo o anisete y unas pastas colocadas en una mesa a la puerta de la casa.

Los chavales se preparan para debutar ‘sujetando por el rabo’, el matarife afila por última vez el cuchillo, una mujer busca una pieza de madera con la que remover la sangre... la fiesta ha comenzado.
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