La fe en tiempos del coronavirus y el vino, en casa

Desde el cierre de las iglesias el pasado sábado ante la crisis sanitaria del Covid-19, los párrocos acercan su comprimo a los vecinos de sus unidades pastorales a través del teléfono y las redes sociales, mientras que los fieles siguen las misas en la tele

Ical
22/03/2020
 Actualizado a 22/03/2020
La misa dominical, en la tele. | ICAL
La misa dominical, en la tele. | ICAL
El pasado sábado, 14 de marzo, marcó un antes y después en la vida de toda la sociedad, al ser el día en que se decretó la entrada el Estado de Alarma, obligando así a cerrar bares, restaurantes y otros muchos establecimientos. Ese mismo día el Obispado de León decidió cerrar todos los templos y locales parroquiales, así como todas las misas y celebraciones previstas para la Cuaresma y la Semana Santa, de igual manera que las bodas, bautizos y los funerales y exequias, obligando a fieles y creyentes a seguir la celebración dominical desde sus radios o televisores.

Una situación que acató de inmediato Óscar Rodríguez Martínez que, además de ser el párroco de la Unidad Pastoral de Matallana de Torío, que comprende las localidades de Serrilla, Matallana, Orzonaga, la Estación, Robles de la Valcueva, Pardavé, Solana de Fenar, Robledo, Naredo, La Valcueva y Palazuelo de la Valcueva, también pertenece al equipo religioso que abarca el Complejo Asistencial Universitario de León, el Hospital Monte San Isidro y el Hospital Psiquiátrico Santa Isabel.

Óscar vive esta situación “con esperanza, porque en el Hospital ves la gran profesionalidad y el mimo de todos los compañeros, gente que se dedica por entero a los enfermos y de los que estamos aprendiendo muchas cosas” pero también “con precaución más que con miedo, porque ante cualquier tipo de enfermedad hay que tomar las precauciones que nos diga la gente de la casa”, así como “con pena por ver a la gente que no puede visitar ni ver a sus enfermos”, algo que “es necesario para mantener esta situación y preservar de alguna manera este aislamiento”.Una pena desde la que quiso hacer un llamamiento a la sociedad para que sean conscientes de que “a pesar de que es muy duro no poder ver a los familiares, quiero que sepan que están mimados y cuidados como nunca, por muchos compañeros del Hospital y por muchos voluntarios que doblan turnos y se ofrecen para que nos les falte de nada”.En estos duros momentos “tanto el personal como mucha gente en el Hospital, se acerca al equipo religioso más que por el plano de la fe, que hay gente que sí, desde el plano humano, pero desde ahí precisamente es en estas situaciones cuando quien no tiene fe nos pide que recemos también por ellos para que todo esto pase pronto”.Una situación que el cura cree que “ayuda a retomar la escala de valores, que a veces en la vida vamos desordenando en función de otras prioridades, y que en estos momentos también nos está ayudando a descubrir no solo a la gente de nuestro barrio, sino también la solidaridad de todos ellos, a estar muy pendientes y a valorar mucho nuestras familias y amigos, acordarnos de gente que incluso la ocupaciones y el tiempo hacían que nos olvidáramos de ellos y a despertar en nosotros ese lado humano del amor que, mediante el Dios, siempre se hace presente en nuestras vidas”.Dos minutos que son oroDentro de su labor de párroco en la Unidad Pastoral de Matallana de Torío, a Óscar Rodríguez le duele que “lo más importante que tenemos, que es acercarnos a la eucaristía, lo tenemos que celebrar solos en casa, dentro del confinamiento y el aislamiento”, pero a pesar de ello, él intenta acercarse a sus fieles a través de las redes sociales.“A través de la página de Facebook les cuelgo el subsidio litúrgico y las lecturas que van a leerse el domingo”, explica, al tiempo que aprovecha la mañana para “ir llamando a los pueblos y ver cómo están quienes no tienen compañía, unas 60 llamadas de dos minutes que en mi día suponen dos horas, pero que para la gente es oro”.Una labor social que el párroco intenta llevar a cabo “dentro de lo que al final son mis obligaciones como cura, porque todos intentamos ayudar a la gente a entender que se pueden unir en comunión espiritual, en esta situación excepcional en la que lo recomendable y lo responsable es quedarse en casa”, mientras que “mediante el teléfono también saben que estamos ahí con ellos y que estamos pidiendo por todos ellos”, porque “yo quiero seguir pudiéndome comunicar por teléfono con ellos y no tener que saber que están ingresados en el Hospital”.Sin embargo, es Óscar es consciente de que “la situación es triste”, porque ya ha tenido que celebrar algún entierro en el que “estar dos personas, más el enterrador, el funerario y el cura, es algo muy triste”. Para tratar de paliar esta tristeza, el cura informa a través de Facebook de los fallecimientos, “para que la gente se una con la familia” y, al mismo tiempo, “se conciencien de que es una situación excepcional que no queremos que se alargue en el tiempo, para lo que hay que hacer caso a los sanitarios”.

El coro en silencio


Conchita González no se pierde ni un solo domingo la misa en la parroquia de La Robla, donde además toca la guitarra y canta en el coro que acompaña la celebración. Fue el viernes, día 13 de marzo, cuando tras celebrarse, a las 18.30 horas, un Vía crucis tras su posterior misa, se cerró la iglesia.

“Se comentaba ya por el pueblo que se cerraría la iglesia, pero ya el viernes en la misa nos lo dijo el cura, Juan Jesús, que dadas las circunstancias lo mejor era cerrarla, porque no podía estar mucha gente reunida. Ya se estaba anunciando que el Gobierno tomaría medidas, pero él se adelantó un día al anuncio del Estado de Alarma”, recuerda Conchita.

Desde entonces, no ha faltado a su misa dominical. “Ya el domingo pasado la vi en la televisión y este pues también”, cuenta, porque “se vive mal el no poder ir a la iglesia, te falta la base principal del ser católico, que es el ir a celebrar la palabra del Señor todos juntos, que al final es lo que te carga las pilas”, lamenta.

Además, también echa “mucho de menos” el coro. “Los jueves solíamos ensayar, de hecho el jueves pasado ya estuvimos hablando entre nosotras de ponernos a buscar canciones nuevas”, explica, aunque “ahora ya no las podemos tocar”.

“Además próximamente es el cumpleaños de nuestro cura, Juan Jesús, que este año va a ser un cumpleaños un poco raro, pero le felicitaremos igual”, asegura la corista.

La hora del vino


Margarita García suele acudir a la celebración de la misa en la parroquia de El Salvador. “Solía ir cada domingo que podía a misa, luego mi marido me iba a buscar a la salida y tomábamos el vino, porque él dice que no le gusta ir a la iglesia”, explica.

Sin embargo, la costumbre ahora es algo diferente en casa de Margarita, donde ahora “mientras yo veo la misa, él va preparando unas olivitas de aperitivo, hasta nos hemos comprado una botella mosto”, de manera que, “una vez que acabe la misa de las 12, sobre la una ya podemos tomar el aperitivo en el comedor”.

Margarita se siente extraña en esta situación en la que “es normal sentirse raro con estos cambios en tu rutina”, pero pese a ello, “intentamos mantener nuestras pequeñas costumbres y no sentarnos en el sofá a ver la vida pasar, porque de ser así esta cuarentena se nos haría demasiado larga”.
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