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La familia y otros animales

06/03/2023
 Actualizado a 06/03/2023
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La familia se ha presentado a menudo como cielo protector, como lugar seguro, y muchos hemos sentido ese calor tan cercano en tiempos de gran fragilidad. Pero conviene no generalizar, como en todo, porque también la familia ha sido definida en no pocas ocasiones como lugar limitador o coercitivo, por decirlo suavemente, y no sólo tenemos ahí las opiniones de Simone de Beauvoir, bien conocidas, sino muchas otras, de filósofos y de gente más anónima. Como suele decirse, lo malo de la familia es que no puede escogerse, uno tiene que lidiar con lo que le toca, sea bueno o no tan bueno, y no faltan quienes creen que, si se disolviera como institución más que milenaria, la sociedad sufriría grandes turbulencias. De cualquier manera, las relaciones familiares evolucionan con el paso del tiempo, como las formas del amor. Esos cambios son imparables, no pueden detenerse, y tienen que ver con las pulsiones humanas y con el signo de los tiempos.

En las últimas horas he tenido dos encuentros muy reveladores. Los dos tienen que ver con la idea de la familia, con las relaciones de poder en las distancias cortas (o no tanto), con la idea de dominio y manipulación que se ejerce a veces sobre los que orbitan cerca, y, al tiempo, con esa idea de la tribu como entidad defensiva y protectora, que, ante las dificultades, funciona como un todo, con su propio lenguaje e incluso con sus propias reglas, para sobrevivir, para no ser destruida, siguiendo el viejo adagio de que la unión hace la fuerza. Aunque sea a costa de un gran sufrimiento.

El primero de estos encuentros fue con la escritora coruñesa Sibila Freijo. Sibila acumula ya una larga experiencia literaria y periodística. En los últimos años publicó novelas que pueden encuadrarse dentro de la literatura erótica, pero esta vez ha entregado a la imprenta una novela realmente impresionante sobre las relaciones familiares. Se titula ‘La sal’, así, simplemente, y la publica Espasa.

Hay un cambio profundo en la escritura de Sibila Freijo con respecto a sus novelas anteriores. Me lo cuenta con pasión, porque para ella esta novela siempre ha estado ahí, esperando ser escrita. Es la novela de su vida, porque se trata de autoficción, sin muchos disimulos. Desde una honestidad brutal, Sibila viaja en plan retrospectivo por los intrincados laberintos familiares, por su difícil relación con su padre. Todo lo cuenta mientras intenta lidiar con el duelo por su muerte, porque, precisamente al desaparecer su progenitor, la autora se pregunta sobre el porqué de aquellas relaciones difíciles, sobre cómo imaginar una vida sin alguien al que no llegaste a comprender del todo, alguien tan cercano como extraño. Dice Sibila que «el sufrimiento te ata a la vida con la misma fuerza arrasadora que el amor».

Es evidente que Sibila Freijo ha puesto una gran energía en la escritura de ‘La sal’. La energía lógica de quien se zambulle en sus propios recuerdos, aún a riesgo de sentir dolor. Se trata de un viaje al interior de su propia existencia. Un viaje al interior de las complejas relaciones familiares.

«Escribo desde la nostalgia, pero también desde el amor, por mucho que parezca raro», me dice en esta mañana luminosa en la que nos encontramos. Sibila me habla de su tienda en Madrid, donde vive desde hace años, de cómo hay en ella mucho de «aquellos padres progres de los años 70, (que me tuvieron muy jóvenes, a los veinte años), a pesar de lo difícil que fue convivir con ellos». Muchos de los nombres de la novela son nombres verdaderos, me advierte. «He querido ser fiel a los recuerdos, al menos en un alto tanto por ciento de la historia», explica Sibila. Tal vez todos aquellos padres quisieron vivir con tanta intensidad la nueva libertad, tras la oscuridad del franquismo, que se olvidaron de sus hijos, le digo. Pero ella cree que lo que sucedió es que se vieron envueltos en una tarea para la que quizás no estaban preparados: «fueron padres muy jóvenes», insiste.

‘La sal’ es un análisis profundo de los entresijos familiares, de los amores mal construidos que, sin embargo, reverdecen en la época del duelo. «En el libro digo que nos cuidaban como a pastores ingleses, como a perros, pero de raza, eso sí… Parecía que la educación consistía en proporcionar techo y comida… Hoy sé que todo es producto de aquellos días extraños, especiales. Por entonces nació aquella idea del padre colega: mal, diría yo», cuenta Sibila Freijo. Sin embargo, también en la novela se refieren episodios en los que Sibila escuchaba las mil historias que le contaba su padre. «Tenía un gran lado intelectual, mataría por el cine… leía sin parar. Cuando murió estaba leyendo ‘La uruguaya’, de Mairal, que se lo había regalado yo». La educación sentimental se construía entonces de otra forma, concluimos, «pero uno acaba volviendo sobre todo aquello, como hago yo en la novela, intentando comprender… Quizás ahora lo que sucede es que tenemos a los hijos en una campana de cristal… Pero es cierto que los lazos familiares, al final, son tan necesarios como dañinos», me dice. «La familia es el mal y la solución, algo de lo que rara vez podemos salir indemnes».

Dos días después me encontré para desayunar con la actriz Elvira Mínguez. Su novela, ‘La sombra de la tierra’, también en Espasa, es igualmente un viaje al corazón indescifrable de las familias. Elvira Mínguez, tan conocida por sus trabajos cinematográficos, no vivió un drama rural parecido al que cuenta en esta novela (por otra parte, situada a finales del siglo XIX), pero muy joven rompió lazos con la familia «y me fui a trabajar, a Madrid». Llegó al cine por casualidad (Carmelo Gómez, Rubén Ochandiano, pero también Soderbergh o Malkovich, han sido y son compañeros de profesión), como llega ahora a la escritura, porque esta es su primera novela. «Me gusta la libertad, hablo de la equidad entre hombres y mujeres, hay que celebrar el respeto a la diferencia, esa es la clave de todo. Me siento muy libre escribiendo», me dice.

‘La sombra de la tierra’ profundiza en el oscuro terror de las familias enfrentadas y difíciles («los dramas rurales están de moda, ahí está ‘As bestas’», le digo). Atilana y Garibalda, enfrentadas por el pasado y por la tierra, como si pasara errante la sombra de Caín. «Pero la novela es sobre lo que se incuba en las familias cuando crece en ellas el dolor y el odio, sobre cómo a veces somos capaces de dominar y manipular a los que tenemos más cerca». Esta es una dura historia sobre el ansia infinita de poder y venganza, sobre las herencias malditas, sobre los lados más oscuros de la existencia.
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