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La extrema derecha

13/04/2022
 Actualizado a 13/04/2022
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En estos tiempos de inepcia y soberbia, recordamos la alegría de aquel día que fuimos a votar, en aquellas primeras elecciones de 1977. Ganó Suárez. Y tiempo después, Felipe González con su pana.

Volviendo a los días felices, en aquellas campañas pasábamos el tiempo pegando carteles, dando mítines a los vecinos que se dejaban, controversias... y esperando. Siempre esperando, Vladimir.

Había una pléyade de partidos izquierdistas, mal avenidos pero, en el fondo afines. Soviéticos, maoístas, leninistas, estalinistas, eurocomunistas, trotkistas y más. Todos querían que acabara la dictadura de Franco para instaurar la suya propia. Entre tantos, nos reconocíamos como los perros, aunque a veces errábamos. Llegamos a pensar que Jordi Puyol era un adalid de la democracia; ja, para robar impunemente desde el poder.

También, todo lo que oliera vasco lo admirábamos. Pensábamos que la ETA era contra el franquismo, pero le sacaron gusto a matar y dispararon contra nosotros; azuzados por el PNV del infame Arzallus, el obispo Setién y algunos clérigos ponzoñosos.

Con el mustio Lluis Llach cantábamos tres palabras en catalán, y a tararear. Con el insulso Raimon, al Vent, la cara al vent, el culo al vent y más tarareo. Como modorros. Aunque todos iban a lo suyo: unos al nacionalismo indepe; otros a estrenar sillones al PSOE.

A veces nos topábamos con comandos de la ultraderecha, que llevaban cadenas, pistolas, porras e impunidad. Triste episodio, el del ‘Largo Adiós’, en Valladolid.

Nuestra impedimenta, un caldero de cola, unas escobas y unos carteles. Su líder el notario Piñar. Su prensa, El Alcázar. Al final, después de insultarnos, acabábamos llegando a las manos y todos magullaos, hasta que venía la policía –menos mal– que nos metía en un furgón y nos soltaba a la puerta de comisaría. Esa es la extrema derecha que yo conocí.

Viendo la investidura de Mañueco, en Castilla y León, no vi nada de eso. El tremendismo es una táctica del PSOE para desacreditar a Vox e intentar que no se aproxime al PP. Lo que supondría su ruina. ¡Pero si los miembros de Vox son exmilitantes del PP! Fuego amigo. Casado pactando con Sánchez...

Pero ni Abascal es un monstruo; ni el sanchismo, inocente (acaso el ego de Sánchez, hueco como un flato).

El auténtico enemigo del gobierno es Feijóo que, como gallego es imprevisible. Haciendo ascos, ha tolerado el pacto de Mañueco, pero no sabemos hasta qué punto es sincero.

Ahora bien, si a Feijóo le sale bien, el sanchismo se hundirá. En caso contrario, desaparecerían tanto el sanchismo, como el propio PP, que estaría dentro de Vox. Cuatro afeitaos, no más.
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