La estatua a la ‘cera perdida’ de Guzmán (El Bueno)

Por José María Fernández Chimeno

15/04/2022
 Actualizado a 15/04/2022
Estatua de Guzmán (El Bueno) en la plaza del mismo nombre.
Estatua de Guzmán (El Bueno) en la plaza del mismo nombre.
Si para el historiador de Arte Ernst Hans Josef Gombrich «Las fechas son clavos indispensables para colgar el tapiz de la historia», estas –las fechas– no son tan exactas como desearíamos creer; pues ya decía Borges que «las jornadas realmente decisivas de la historia son fechas secretas, y no las que creemos, conocidas por todos».

Algo parecido sucedió con una fecha señalada por todos los leoneses, amantes del arte de su tierra. Sucedió en el domingo 15 de julio de 1900, cuando, a una hora intempestiva (cinco de la mañana), se reunieron en el Palacio Provincial el presidente de la Excma. Diputación D. Modesto Hidalgo Pérez y el alcalde presidente del Excmo. Ayuntamiento Constitucional D. Perfecto Sánchez Puelles para inaugurar la estatua de Guzmán (El Bueno).

Pero es preciso remontarse en el tiempo a 1896, cuando la Academia de Bellas Artes de San Fernando –transcurridos tres meses de arduas deliberaciones– se pronunció a favor del boceto presentado por escultor Aniceto Marinas al concurso abierto de la Diputación de León, para la erección de una escultura monumental y conmemorativa del «héroe leonés» Guzmán (El Bueno).

Hace hincapié la Real Academia de Bellas Artes en que: «lo que en el boceto faltara, ha sido cumplidamente realizado en la estatua; dándole el Sr. Marinas una expresiva actitud que completa la idea que este artista se propuso: las proporciones dadas a la figura, la fidelidad de época con que está vestido el personaje, lo espontáneo a la par que sencillo de su movimiento, todo, junto a una ejecución en extremo franca y simpática, hacen que la estatua de que se trata sea entre las tres del concurso la de mejores condiciones para ser erigida; la profunda impresión que este modelo causa, es la mejor prueba de que el Sr. Marinas ha tenido el feliz acierto de expresar de modo bien elocuente aquella terrible y ejemplar hazaña que ha hecho para siempre célebre al defensor de Tarifa…». [ADPL. Caja 20104-8 (Doc. 36)]Una vez elegido el escultor –junto con el arquitecto Gabriel Abreu, autor del pedestal–, la Diputación de León (encargada de sufragar todos los gastos) recibió del Sr. Marinas una carta con fecha 5 de abril de 1897, en la que expone que «por su importancia y dificultades […] puedo calcular que aproximadamente en el término de un año la entrega a la fundición de Sevilla a contar desde la fecha en que la Comisión me ordene comenzar el trabajo, para lo cual y según las bases…». [ADPL. Caja 20104-8 (Doc. 41)] Acto seguido, la Diputación ordena abonar en un primer plazo la cantidad de 5.000 pesetas al escultor por su trabajo y queda a la espera de saber en qué momento se procederá a la entregar del modelo en yeso a la citada fundición de Sevilla.El escultor, desde su estudio en la calle del Marqués de Urquijo, 29 (Madrid), no debió de estar del todo seguro, y tomó una decisión inesperada que pondrá en solfa a la Diputación y que va a demorar la conclusión de la estatua. Se producirá entonces una de esas «fechas secretas», no conocida por muchos de los leoneses, y que cambiará el curso de la historia. Con fecha 8 de mayo de 1898, en una misiva dirigida al presidente de la Diputación, el liberal D. Francisco Cañón Gutiérrez, manifiesta que: «He recibido del Gobierno una comunicación llamándome la atención sobre la estatua de Guzmán el Bueno por aviso o comunicación de esa Diputación […] la estatua está a punto de vaciar […] y que estaba gestionando por medio de Fomento para que la estatua sea fundida por el procedimiento á cera perdida único medio de conseguir la completa exactitud del modelo, y económica…».¡Eureka! Palabra que –atribuida a Arquímedes en el instante de descubrir un método para determinar la pureza del oro–, debió de exclamar el ganador del certamen, cuando tomó aquella decisión tan arriesgada que le habría podido costar «el premio» por conllevar el incumplimiento de lo dispuesto en la Ley de 18 de julio de 1894, donde se advertía que se «fundirá por cuenta del Estado en la fábrica de cañones de artillería de Sevilla»…, y ¡eureka! gritamos hoy todos los amantes del buen gusto. No se trataba de una reacción precisamente elemental y, sin embargo, fue aquello que hizo Aniceto Marinas con la estatua de Guzmán (El Bueno), dejando para la posteridad la primera escultura a la «cera perdida» en la provincia de León.A partir de este instante (una fecha secreta) todo cambió para bien. La impronta dejada con su escultura al «héroe leonés» aún hoy se valora como un hito por los escultores leoneses que –entre otros– están en el candelero; a saber: Juan Carlos Uriarte y Amancio González.Ambos artistas tienen una dilata experiencia en esculturas a la «cera perdida»; entre otras, la famosa ‘La Vieja Negrilla’ (fundida en plomo, después de haber sido destruida en un accidente) sita en la Plaza de Santo Domingo o la de ‘Figura sentada con un pájaro’ en la calle del Cid; otro tanto sucede con el escultor Uriarte, quien tiene colocada en la plaza de la Catedral o de La Regla, una escultura que no es otra cosa que el homenaje de León a «los constructores de las catedrales góticas». A ellos cabe dirigirse y –a ambos– es preciso preguntar qué les ha motivado, en pleno siglo XXI, a seguir recurriendo al método de la «cera perdida» que, al parecer, sigue siendo el mejor a la hora de mostrar al público, ávido de experiencias sensibles, los más mínimos detalles de una buena obra escultórica.

Aniceto Marinas entendió que los detalles del cinturón, las manos, ropajes, etc. necesitaban de la fundición a la «cera perdida»; un método que tan solo la fundición Masriera y Campins de Barcelona podía ofrecer en toda España, en aquel momento histórico. Por tal motivo:

– ¿Sigue siendo necesario este método hoy en día para realzar los más mínimos detalles de una escultura fundida en bronce?
Juan Carlos Uriarte: La escultura de Aniceto Marinas me sigue pareciendo la mejor escultura de León. Cuando recibió el premio para realizar dicha obra, sabía de antemano que no se podía hacer por otro método de fundición que no fuera a la cera perdida, algo que se supone que no sabía la Diputación. Este método ha sido utilizado en la historia por todos los pueblos de manera paralela e independiente. Desde mi parecer, es insustituible a pesar de los grandes avances que ha habido en otras disciplinas. Cuando hablamos de la escultura de Guzmán el Bueno, no debemos olvidar que solo faltaban cinco años para que Aniceto Marinas realizara la de Velázquez, maravillosa escultura que se encuentra en la explanada del Museo del Prado.

-¿Cómo escultor, has sufrido también ese tipo de presiones administrativas que padeció Aniceto Marinas…, y tienes alguna de esas «fechas secretas» que cambian la historia de una escultura?
– J.C.U: Nunca he tenido presiones administrativas. En algunas ocasiones, lo que sí he hecho es utilizar técnicas mixtas para ajustar los presupuestos. Con una parte a la cera perdida, y otra con salida directa de arena, sobre todo en los medios relieves, se consiguen unos resultados óptimos y más asequibles al modelo de escultura que realizo habitualmente.

– Pasados más de 122 años (1900-2022), parece que no hay nada que pueda superar esta forma de esculpir en metal (cera perdida), que ya fuera utilizada por los griegos y los romanos para sus clásicas esculturas. ¿Es cierto o quizá podremos considerar que el método a la «cera perdida» está siendo superado por otros procedimientos más novedosos y precisos?
Amancio González: El método de la «cera perdida» no tiene sustituto en la actualidad, podemos hacer esculturas en otros materiales o incluso usando impresoras 3D, pero si queremos hacer la escultura en bronce no hay otra técnica mejor. Yo he realizado seis esculturas públicas en bronce y cientos en pequeño formato.

– ¿Cómo escultor, has sufrido también ese tipo de presiones administrativas que padeció Aniceto Marinas…, y tienes alguna de esas «fechas secretas» que cambian la historia de una escultura?
– A.G: En mi caso no se puede hablar de presiones similares a las de Aniceto, los encargos que he recibido han contado todos de un grado de libertad creativa absoluta, esta característica es fundamental para poder defender la obra ante los demás y ante mí mismo, es cierto que ha habido presiones ajenas en algún encargo, fruto posiblemente a los distintos puntos de vista de los que son objeto, sobre todo los que tienen alguna relación con la Política o la Historia, pero repito, en mi caso concreto siempre me sentí respaldado desde la organización de los mismos.
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