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La estambre del español paño

10/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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En el Val de San Lorenzo perdura el método artesanal de la fabricación de paños: sobre una urdimbre o estambre con los hilos verticales bien tensos, la lanzadera con su insertada canilla va desplegando en la misma otros horizontales que constituyen una trama, la cual puede albergar distintos dibujos y colores; ultimada esta labor, a continuación se efectúa el pisado o batanado, y, finalmente, escurridos, se cuelgan en los estiradores.

Los valuros gustan de fabricar hermosos paños, con dibujos tradicionales o con los que pida el comprador; y, a buen seguro, dado el conocimiento artesanal, ancestral, que los mismos albergan, junto a su calidad y armonía, nadie osa su destrucción; y si a algún mentecato le diese por tal ventolera, experimentaría la resistencia a sucumbir de su estambre, y se le escocerían las manos en la deshilachada trama. Tan perverso afán, aunque parezca mezquino, sufre el más preciado y por la colectividad disfrutado, el español paño; al que no le negaremos su singular belleza, extendida en el azul de los mares que lo circundan. Pese a tanto lustre y esplendor, no escasean quienes se afanan en su descomposición, y ponen a prueba su resistencia, ocasionándole daños materiales, también morales.

Porque hay que ver cómo está el paño español, a fuerza de acometidas, y dejadez de los encargados de su custodia: no solo deteriorado, sino burlado como el conjunto de la ciudadanía. Es la consecuencia de una serie de gobiernos que legislatura tras legislatura no cuidaron la consistencia de su estambre, antes bien, lo zarandearon en forzada almoneda para poder continuar detentando el gobierno, ante la falta de sentido de Estado propio y de los contrincantes. Así sucedió con la transferencia sin reserva de servicios fundamentales, la educación, la sanidad…, de tal suerte que se acentúa cada vez más la desigualdad, en razón del territorio, entre los españoles. Todo un rosario de agravios podrían ser enumerados en dotaciones esenciales. Estos días es noticia lo perjudicados que se encuentran los bachilleres de Castilla, de León, en lo que concierne a la selectividad o Ebau, dado que la exigencia académica (solo hay que comparar los exámenes) en esta autonomía, si bien es mayor que en muchas otras, no produce efectos en una global calificación. Algo tan sencillo y razonable como debería ser una prueba nacional armonizadora, aparece como una propuesta que despertaría un levantisco avispero.

Se podría esperar de los partidos, y más de los que se ‘autotitulan’ como progresistas, una preocupación por analizar el decurso de las ‘históricas’ causas que han llevado a diferencias sangrantes entre los ciudadanos, a deteriorar la hilada trama nacional, según testifican los más diversos análisis; trátese de los efectuados por bancos privados, universidades públicas o el propio Instituto Nacional de Estadística. Sufrimos los españoles, además de un alegre festín de cargos y ‘carguetes’ superfluos, con el consiguiente sobrecosto para nuestra cartera, dificultades que antes no teníamos. Como las despreciativas para trabajar en organismos públicos de todo el solar patrio en condiciones de igualdad; o las antojadizas en lo que atañe a la contribución impositiva esencial. Entre los territorios tampoco existía la actual, desleal competencia. Aún menos se apreciaba disparidad, según las regiones, en el empleo público para cometidos semejantes; o en la asistencia por el desempleo. Fue costumbre de las autonomías, cuando recibieron transferencias, incrementar con un plus los salarios de los funcionarios, para que no "hubiera contestación"; hoy en día las diferencias en las nóminas para igual desempeño han llegado a ser notorias, no solo en los cuerpos de seguridad del Estado, sino en los demás ámbitos de la administración.

Bien sabemos que a toda prenda de lana poco aireada la acometen las larvas de las polillas, para merendarse la trama de sus hilos. A su merced está España, tal y como se constata: ante un panorama de descrédito por un pasado no ejemplar, o por incapacidad, que viene afectando a la monarquía, y a partidos políticos, por lo demás carentes de perspectiva, a no ser la suya propia, las larvas están sumamente activas. Y a medida que se les permite ir engullendo su alimento, van dejando agujeros en el español paño. Interpretan, en el entretanto, para encandilar a su parroquia y agobio del resto de la vecindad, una chirriada opereta, bajo la batuta de Forcadell o de Torrent, en tierras patrias; o, en la mansión bruselense, el aguijoneador Carles, de sobrenombre ‘Puigdi’, con el cencerro.

A la pretendida enseña de la legendaria batalla de Clavijo, custodiada en el ayuntamiento astorgano, ya no hay manera de enlazarle la continua trama en su urdimbre, ni con el embrujo de las Cantaderas, porque un día sí y otro también, en otros tiempos, le recortaron impunemente trocitos, para agraciar a nobles visitantes que demandaban obsequio tan preciado. El estambre del español paño es más resistente, pero llegará a sucumbir de continuar la proliferación de tantas larvas por no evitar la reproducción de tanto capullo.
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