05/04/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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El domingo pasado de camino a la manifestación por la España rural –no digo la España vaciada, una expresión falsa y repelente–, no sé si porque intento explicarle adónde vamos, Martín salta de pronto: «Mamá, jugamos a que tú eres Martín y yo, abuelito. Vamos en el coche y tú preguntas, ¿queda mucho para llegar a la granja?». Yo: «Papá, ¿queda mucho para llegar a granja?». M: «Poco». Yo: «¿Y qué vamos a hacer en la granja?». M: «Cortar la hierba». Yo: «¿Y qué más?». M: «Cavar. Apañar manzanas y ciruelas».

No quiero que esta conversación termine. Por un momento es como si mi padre estuviera ahí, reencarnado en la memoria de mi hijo. En esa memoria que quizá guarde recuerdos que yo no poseo. Así que sigo: «¿Estará Tomillo?». M: «Sí, hay que darle comida y pasear por el campo para que haga pis y caca». Entonces llegamos a la manifestación. Vemos banderas de Soria, de Teruel y, a lo lejos, alguna de León. Allá vamos con la nuestra. Los de León son muy pocos. Aunque vienen con una gran pancarta: ‘En 35 años el viejo Reino -León, Zamora y Salamanca– ha perdido más de 150.000 habitantes’. Hablo con los chicos que la sostienen, son de Zamora, de la montaña leonesa, de Sanabria. Se escucha una consigna, «España vaciada, España arruinada». M: «¿Qué quiere decir?». Yo: «Si la gente se va del campo no habrá manzanos ni tomates de la huerta ni miel ni gallinas de corral ni huevos ni bosques cuidados ni ríos limpios». M: «Y ¿por qué la gente se va del campo? Yo me lo paso muy bien en La Bañeza. Quiero vivir en La Bañeza».

Al día siguiente de camino al colegio, Martín me dice: «Mamá, mira mi pulguina, la llevo con una correa como a Tomillo». Yo: «Las pulgas pican. Cuando era pequeña y había ovejas en la granja pasábamos allí los sábados y domingos. Nos colábamos en la majada y saltábamos en el pajar. Por la noche, mamá nos hacía ponernos en fila a los tres hermanos y dejar la ropa en un montoncito. Después nos metía en la bañera para acabar con las pulgas. No veas qué ronchones dejan las pulgas. Y las ovejas están llenas de pulgas». De pronto se acerca un padre con un niño de la clase de Martín. M (a grito pelado): «¿Sabes? Mi abuelito tenía una majada de ovejas llenas de pulgas. Y España vaciada, España arruinada». El padre me mira enarcando las cejas. «Ovejas, majada, pulgas» no creo que sean términos que estén dentro de su campo semántico habitual. Encojo los hombros. Cosas de niños... con memoria rural.
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