18/02/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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El invierno en Benidorm, la ciudad de los rascacielos, no es como en Manhatam. Las amplias avenidas que bajan hasta el mar desde las faldas de la montaña (¿Sabían que Alicante es la provincia más montañosa de España?) desembocan en los dos paseos que se extienden al pie del mar. Y es allí donde los jubilados se agolpan, en las dos playas, la de poniente y la de levante, y pasean agarrados de la mano, rememorando aquel tiempo feliz de sus edades tempranas, antes de arremeter contra un vida tan dura que, para salir adelante, ha dejado en ellos marcas imborrables. Unos caminan escorados, otras envalentonadas, y la mayoría obligados a descansar cada pocos pasos, haciendo como que miran con asombro la islita que, como aleta de tiburón, asoma en lontananza.

La multitud se compone de un 80% de jubilados que, llegados de toda España, buscan el agradable clima y la beatitud de unos hoteles que en la temporada alta ocupan en su mayoría los europeos que llegan buscado una vida regalada, pero que ahora ofrece un hospedaje más que adecuado a toda una turbamulta que jamás tuvo acceso a esta vida tan acomodada, hasta que, después de cotizar luengos años, se les obsequia con este premio de degustar cómo viven los ricos: sin cocinar, sin fregar los platos, sin lavarla ropa, sin barrer, sin hacer nada.

Vascos, aragoneses, andaluces, catalanes, castellanos, y demás especies distintas de los numerosos pobladores que componen esta España, ‘vense’ juntos para convivir en un mismo hábitat, sereno y confiado, en el que las disputas territoriales se ven relegadas a un silencio de respeto edificante si los hay hoy día en nuestra patria. A la hora bailar se bailan tangos, pasodobles, boleros, jotas, y sobre todo ‘salsa’ que parece la más adecuada al compadreo de los cuerpos ya un tanto cuarteados. ¿Y a la hora de cantar? Ahí es donde la España cañí sale triunfante. Nada de ‘triunfitos’ ni extranjeras veleidades; en la playa de Poniente se cantan ‘Las canciones de Benidorm’ dirigidas por el coro Magnífico y que todos saben.

La bella Lola. Cielito lindo. Salió de Jamaica. Yo vendo unos ojos negros. Si vas a Calatayud. Mira que eres linda. Madrid. La barca de oro. Este amor apasionado. Y así casi un centenar que los mayores, allí en gran número reunidos entonan, en círculo, dando rienda suelta cada cual a sus ensoñaciones y añorando la presencia de los nietos y los hijos que, probablemente, no acaban de entender como sus deudos pueden divertirse en Manhatam-Benidorm, la ciudad de los rascacielos. Es la España Cañí. Pero ellos no lo saben.
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