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La ensoñadora poesía

05/01/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Para olvidar un año, el pasado, en el que la cárcel, las corruptelas, y hasta el asesinato, han sido noticias habituales en la crónica de nuestra tierra leonesa, nada mejor que hablarles a ustedes hoy de poesía. Y es que León es tierra de poetas. De literatos, pintores, músicos, y demás artistas también, pero sobre todo de poetas. Sin enredarnos en nombres, pues sin duda quedaríamos mal con los no citados, la larga lista de los poetas leoneses produce envidia y hasta sofoco en los foráneos, que no aciertan a comprender las causas de esta abundancia.

En el Ateneo de Barcelona, sin ir más lejos, es hoy el día en el que nadie cree a este cronista, qué le vamos a hacer, cuando enumera nombres, títulos, recitales, publicaciones, y eventos sin cuento, relacionados con los poetas leoneses, de los que, tan solo los de mi generación se cuentan por manojos, y eso que fueron muchos los que, habiendo comenzado como tales, se dejaron querer pronto por la prosa, echándole la culpa al abandono de los musas, dejando, eso sí, dos o tres libros de versos de rarísima belleza.

La culpa de todo debió ser de los maestros. Eso de tener como profesores a unos tipos que se sabían a Virgilio y lo recitaban de memoria, y en latín, deja su huella. Pero no se puede achacar tan solo a eso, ya que el virus parece seguir minando la salud de las sucesivas camadas, tal vez transmitido de generación en generación como las enfermedades endémicas. En el caso del que suscribe, el haber nacido frente a la casona de los Sosa, de Vidanes, en la viniera al mundo el escritor más ‘coñón’ y más listo del S. XVIII, el Padre Isla, algo tendría que ver, sin duda.

De cuantos frecuentábamos el café Monterrey, donde nació la revista Claraboya, en la década prodigiosa del sesenta del pasado siglo, uno no salió tocado por las musas, y fue el periodista Enrique Vázquez, periodista, jefe de internacional en RTVE y ‘triunfador’ del grupo ya que lo de ‘académico’ de Luis Mateo él mismo lo considera un accidente fortuito. El, como el Ministro al que acude para solicitar amparo el poeta Max Estrella, en ‘Luces de bohemia’ de Valle Inclán, debió pensar: «Yo me salvé del desastre renunciando al goce de hacer versos». Dice Salman Rusdhie en ‘La encantadora de Florencia» que en Herat, «si estiras una pierna, a buen seguro que le das un puntapié a un poeta».

Este cronista piensa que es mejor comenzar el año hablando de poetas que de políticos y de crímenes, lo que no quiere decir que crea en la poesía como bálsamo de Fierabrás para nuestros problemas. Pero es una verdad indiscutible que en León se palpa la ensoñadora poesía de lo cotidiano.
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