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La ensoñación del alcalde Diez

15/12/2019
 Actualizado a 15/12/2019
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Allá por 2007 el entonces alcalde de León, el socialista Francisco Fernández, se manifestaba sin remilgos a favor de una autonomía leonesa. Es más, incluso antes de esa época ya se conocía –aunque con menos eco urbano, naturalmente– la tendencia de Fernández en contra de la actual comunidad autónoma. No obstante, su pacto con la Unión del Pueblo Leonés para gobernar el Ayuntamiento de la ciudad se interpretó –o hubo quienes lo interpretaron, que no fueron pocos– como una decisión interesada y personalista del corregidor. Incierto. No fue ningún tejemaneje. Jamás había renegado de esa línea.

Doce años después, de nuevo un alcalde de la capital leonesa, el también socialista José Antonio Diez, aboga por la misma idea: dejar atrás a Valladolid. Y surgen las voces y las críticas de muchos que se dedican a esto de la cosa pública. Y mediática. Se agitan. Y poco menos que se rasgan las vestiduras. Sobre todo los de la capital del Pisuerga –también algunos de los de aquí– que lo valoran cual si de un motín se tratara. Les escuece. Igual que le ocurrió al ‘popular’ Javier León de la Riva, edil mayor vallisoletano durante veinte años, que, excoriado, llegó a pedir ‘auxilio’ a los socialistas de la región para que le quitaran a Fernández la idea de la cabeza.

Y ocurre –porque es lo importante– que si Diez se hubiera posicionado a favor de ‘León solo’ antes o durante la campaña electoral de mayo, le habrían caído hostias como panes. Le habrían acusado de oportunista y maniobrero. De manipulador. De electoralista barato. Y de jeta. Y hasta, quizá, la propia UPL, en la inteligencia de sentirse asaltada con fines políticamente espurios, hubiese salido en tromba para denunciar la ‘artimaña’ del candidato del PSOE. Es decir, para ponerle a parir.

Pero no. No ha sido así. Y tanto que no lo ha sido, que, sin el menor titubeo, Diez se volvió a posicionar, con idéntico argumento, en su discurso institucional de la fiesta de la Constitución. Y eso le reputa. ¿El producto de ello?, que algún tironcillo de orejas –y es un suponer– le habrá llegado desde cúpulas de medio pelo de su propio partido. Igual que a Fernández.

Ahora bien, quien vea el hecho –la ensoñación del alcalde– como un trampolín particular a medio plazo, se equivoca. Y el que lo vea como una reivindicación, lícita y ordenada, está en lo cierto. Es verdad que resultará muy difícil –Napoleón dijo que el término imposible no figuraba en su diccionario– que la pretensión de Diez cobre cuerpo. Sin embargo, no resta que un leonés con responsabilidades públicas tenga el afán de practicar la ‘leonesidad’ como parte de sus inquietudes personales. Las mismas que, sin duda, convergen en una gran mayoría de la población.
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