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La energía del cambio

12/06/2021
 Actualizado a 12/06/2021
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Con qué rapidez cambian nuestras rutinas. Hace unos meses salíamos a ventanas y balcones a aplaudir a las ocho de la tarde, poniendo cara aunque fuera en la lejanía, a muchos de los vecinos de bloque que no tenían rostro. Y ahora volvemos a encontrarnos, pero eso sí, un poco más tarde. Aproximadamente a media noche misteriosas sombras abren puertas y ventanas para una nueva moda impuesta. Sí, me refiero a las quedadas nocturnas para tender. La gran diferencia es que el estruendo de las palmas se ha visto sustituido por un silencio sepulcral, sólo roto por el chirriar de algunas poleas de los tendales y el ruido de las pinzas chocando contra el suelo cuando éstas son lanzadas al vacío por la incompetencia humana.

No descubro nada al afirmar con rotundidad que una vez más, lo sucedido tras la subida de la luz demuestra que el mayor generador de cambios en el comportamiento de la ciudadanía es el dinero. No hay más que hurgar un poco en el bolsillo del contribuyente, para que éste cambie de un día para otro ciertas conductas. Me imagino cómo se sentirán los ecologistas y periodistas especializados en medio ambiente, que dedican ingentes esfuerzos para intentar pequeños cambios en nuestro comportamiento, pinchando la mayoría de las ocasiones en hueso. Seamos honestos, si nos pidieran que para proteger el medio ambiente sólo pusiéramos por ejemplo la lavadora en unas franjas horarias concretas, ¿cuántos de los que ahora salimos con nocturnidad a tender lo hubiéramos hecho?

Sobre lo que tengo dudas es si lo que nos ahorraremos en la factura de la luz será rentable respecto a lo que tengamos que pagar en las consultas del psicólogo. Si ya era una tortura tener los arrestos de ponerse a planchar, ahora hay que añadir la presión de la hora a la que hacerlo. Parecido sucede con los fogones. O te levantas antes del amanecer para dejar preparada la comida o te animas a hacer algo rápido a partir de las dos de la tarde, que comienza la hora valle. Evito hablar del horno, que tras esta subida comenzará a desaparecer de los hogares como hizo paulatinamente el bidé. Lo más triste es que hasta ahora el fin de semana estaba asociado al esparcimiento y descanso, pero eso ya es historia, porque el sábado y el domingo se han convertido en los días en los que concentrar todo lo que conlleve uso de energía eléctrica y, por ende, el esfuerzo humano derivado de ésta, lo que me lleva a pensar que la gran damnificada será otra actividad mucho más lúdica y pasional, ya que nos habremos quedado sin energía.
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