La distancia entre los sueños

No todos los sueños duermen juntos. Pueden estar unos en cada esquina de la enorme cama de las vidas vividas y las vidas por vivir.

Los no están viendo lo que ocurre en el corro; o mejor, sí lo están viendo pero de otra manera, con otra realidad, como ellos lo sueñan. En el corro de estos chavales no están mostrando su buen hacer los Víctor, La Roca, Tomasuco y ni siquiera David Riaño, pese a estar tan cerca de ellos en edad. Ellos están viendo las caídas, incluso más bellas de lo que son, las cadriladas mucho más elevadas, los voleos mucho más eternos, los saques a vueltas interminables y se ven a sí mismos dándolas, son ellos los que juegan con el rival, al que manejan con la maestría de los sueños.

En la otra esquina de la cama viven los sueños ya vividos, los recuerdos ya pasados, la cantidad de historias que recuerda y recrea cuando ve una maña. Tampoco las dan los que ahora compiten, cuando él ve volar a un luchador, componer una figura en el aire, se le hace inevitable pensar que está volviendo a ver a los que tantas veces admiró; revive las cadriladas de Felipe, los garabitos de Cayo, la elegancia de Nano, los vuelos de Clemente... son tantos años, tantas caídas, tantos nombres, que más que soñar recuerda.

Y en el centro. En el asiento vacío deberían encontrarse los sueños cruzados de lo que va a ser y de lo que fue. Los sueños son la vida misma.