La Diócesis de León pierde a su patriarca, don Isaac

Fallece a los 104 años el cura más longevo de la diócesis leonesa, Isaac González, natural de La Virgen del Camino, párroco de Montejos y Valverde durante 51 años

Fulgencio Fernández
24/09/2020
 Actualizado a 24/09/2020
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El mismo día —4 de abril de 2016— que el Papa Francisco recibía al obispo de León, la diócesis de «nuestro obispo Julián» celebraba que su sacerdote más anciano, Isaac González, cumplía 100 años, en la tranquilidad de su casa de La Virgen del Camino, haciendo un solitario para matar el tiempo, fumando una faria, su vicio de toda la vida... Y atendiendo el teléfono para repetir un deseo: «Dios quiera que vivas tantos años como yo, por lo menos». Y remataba, «que yo aquí seguiré, esperando de la vida lo que Dios me quiera dar, que ya ha sido mucho».

Fueron 104 años. Hasta este martes, que se apagó su larga vida, que ya no volverá a encender su faria diaria, ni charlar amigablemente con sus vecinos de La Virgen, muchos de los cuales fueron sus feligreses pues ‘don Isaac’ fue párroco de Montejos y Valverde durante 51 años.

- ¿Y no es complicado ser el cura de tu comarca, ya sabe el dicho, nadie es profeta en su tierra?
- No es el caso; no quiero decir que haya sido profeta en mi tierra, me refiero a que para mí fue muy agradable ser sacerdote aquí donde nací, pues buscaba precisamente eso, ser quien ellos conocían, un vecino más, concretamente el hijo del carrero de La Virgen, un hombre religioso y trabajador, padre de cinco hijos.

Y aquella familia numerosabuscó un futuro para el niño Isaac en un destino muy habitual, en la famosa preceptoría ‘de latín y humanidades’ de San Feliz de Torío. De ella pasó al Seminario, después ‘al Mayor’ y al 7 de junio de 1941, fecha en la que fue ordenado sacerdote por el obispo Carmelo Ballester, empezando su andadura sacerdotal en la provincia de Palencia, en pueblos que nunca Verdeña, Vañes, Estalaya y Ventanilla. Y nunca las olvidaba porque estaban en el inicio de una etapa feliz en su vida, la de cura pueblo, «lo que siempre había querido ser».

Hablaba de esa etapa feliz porque llegaba a continuación de la que había sido más dura para él, la única que le dibujabaun gesto amargo en su cara. «Era un mozo de 20 años, estudiante en el Seminario, y, como a todo el mundo, me tocó ir a la guerra. Fui destinado a Huesca y allí resulté herido por lo que regresé a casa y decidí continuar con mis estudios para ser cura».

Y lo fue. En 1951 fue destinada Montejos y Valverde y ya no se movió de aquellas tierras donde sabían que era el hijo del carrero, el vecino que juega la partida, que dice la misa, que cursaba visita a los ancianos de la residencia...

Cuando cumplió 100 años Antonio Trobajo escribía en este periódico: «Su ingenuidad de niño, transparentada en su ojos vivarachos y su sonrisa siempre moderada, y su bondad natural, rarísimamente enturbiada por el mal humor, han hecho de él un hombre llano, que encuentra el campo natural para expresarse cuando, faria en boca y naipes en mano, echa la partida con sus amigos de muchos años. Hombre de silencio, de observación, jamás tuvo afanes de sobresalir».

Dicho queda. Seguramente estén hablando de ello los dos. Antonio e Isaac.
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