La dimensión de la ternura

10/05/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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A cualquier estampa, imagen, cuadro, fotografía... le añades un niño y adquiere otra dimensión, se ha salvado, se detienen unas miradas que observan con otra mirada, entra en la dimensión de la ternura.

Una ternura que en todas las casas se recuerda y valora. Un cariño al que se han hecho acreedores estos enanos en tantos y tantos ejemplos, anécdotas e historias que en todas las casas con niño se cuentan y que convierten a cada uno en el más especial de todos, en el irrepetible.

En cada casa se recuerda un momento especial; aquel día que el niño escuchó hablar de problemas económicos y se fue a romper la hucha para sacar los doce euros que había ahorrado; aquel que cree a pies juntillas que la abuela está en el cielo; aquel que se fue a buscar su muñeco fetiche para que el abuelo se pueda dormir como se duerme él abrazado a un gran oso; aquel que posa debajo de la almohada el diente que se le ha caído y por una noche no tiene miedo a los ratones... aquellos de la lengua de trapo que parece que no escuchan nada y lo repiten todo; el ingenioso que dice «hoy me he pirado la guarde».

No hace mucho, en el transporte urbano, subía uno de estos enanos de la mano de su madre...

– ¿El niño todavía no tiene cinco años?

– No; dice la madre.

– Sí, los hice el otro día, ¿no te acuerdas que celebramos el cumple con los amigos del cole?; replica el chaval enfadado y ajeno a lo que acaba de provocar.

– Sí, pero lo adelantasteis para celebrarlo en domingo; le dijo sonriendo el conductor del bus mientras sólo expedía un billete, el de la madre.

¿Entiendes porqué el dolor es infinito cuando afecta a estos seres que visten todo de ternura?
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