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La diligencia maragata

27/12/2014
 Actualizado a 15/09/2019
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El viento arremolinaba la tierra seca que cubría el pueblo. En una estrecha calle, de nombre El Correo, cuatro caballos sacudían la cabeza, con el propósito de quitarse el calor y alguna mosca de encima. El cochero comprobaba las cinchas, los amarres, las riendas. La diligencia estaba a punto de salir. Esta vez un exmilitar, una dama de la capital, hija y esposa de médicos, un comerciante del este y una viuda de la villa eran sus ocupantes. Viajeros desconocidos que compartirían muchas horas de marcha en la ‘imperial’, un tipo de vehículo más cómodo que la empresa de transporte había adquirido recientemente y que se estrenaba en largo trayecto.

El responsable de la diligencia había solicitado horas antes un refuerzo a su lado, alguien con experiencia en armas, que pudiera defender el transporte en caso de necesidad. El aviso de pillaje en la ruta era real. La amenaza de un asalto era lo suficientemente importante como para tomar precauciones, más si cabe, tras conocer la empresa el valioso e inquietante material que portaba en su equipaje el mercader que iba a bordo...

El pequeño relato que acaban de leer podríamos situarlo sin dificultad en el oeste americano a principios o mediados del siglo XIX. Una historia que lo tiene todo para ser contada por alguno de los maestros del género cinematográfico por excelencia como Ford, Hawks, Mann o Peckimpah. El paisaje angosto, el polvo, la pesada y amarilla orografía, los personajes y como no, la diligencia, santo y seña de los relatos del ‘wild west’ y nombre que titula una de las obras fordianas por excelencia.

Todo lo expuesto nos sirve, por lo tanto, para hacer un digno cuento del ‘way of life’ pero lo cierto es que lo que arriba cuento ocurre en el oeste, pero no de Estados Unidos, sino en España, León, Santiagomillas, en la Maragatería, que nunca deja de sorprenderme. Pensar que una de las viejas historias de vaqueros pudo ocurrir aquí para mí es sencillamente mágico. Y la idea de su cierta realidad es algo que sin embargo hace que vuele mi imaginación.

Hace un tiempo, en una exposición sobre documentación y fotografía maragata realizada en el museo de la Arriería de Santiagomillas pude conocer por primera vez que alrededor del año 1850 existió una empresa de diligencias en el pueblo, que consiguió cierta relevancia a pesar de su escaso periodo de vida. Diligencias del Poniente de España se llamaba, nombre romántico, bello y evocador donde los haya. Una empresa con capital local que incluso se atrevió a absorber a su rival, Diligencias La Gallega, ofreciendo rutas con paradas establecidas a La Coruña, Madrid, Gijón u Oviedo. Una compañía que seguramente no quiso ver lo que llegaba, la máquina de vapor, y que murió joven, pero con un halo romántico casi infinito.

Para muestra un botón. Tal significancia llegó a poseer el negocio que hasta la reina María Cristina de Habsburgo, Doña Virtudes, segunda esposa del rey Alfonso XII, llego a realizar alguno de sus viajes estivales de Madrid a Gijón. Ahí queda eso.

Si esto que les cuento les parece interesante (si no, háganselo mirar) están de suerte ya que la nueva editorial ‘Astorga Digital’ presenta hoy precisamente el libro que cuenta con todas las bondades y los detalles de esta aventura empresarial de hace más de siglo y medio. Con textos recopilados en su momento por Esteban Carro Celada, pulcro y fiel a la hora de tratarlos, el editor Eloy Rubio, con la ayuda del archivero diocesano José Manuel Sutil, ha configurado un maravilloso libro titulado ‘Arriería Maragata, Empresa de Diligencias del Poniente de España’, que cuenta toda la historia, de verdad, asombrosa de esta empresa.

Corran a por este libro, dejen los turrones y los mazapanes a un lado, aparten la vagancia de estas fechas y corran a por él. Léanlo cuanto antes, y sobre todo contribuyan a que esta editorial, que tiene entre manos otros proyectos maravillosos, pueda tener el recorrido que ya, con una sola publicación, merece.
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