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La diferencia, en el origen

16/10/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Pocas veces hasta estos días había visto a tanta gente mirar en profundidad las etiquetas de los productos en las estanterías del supermercado. Y la culpa no es de los aditivos de manufactura química ni de la hipotética presencia de aceites de palma o colza entre los ingredientes, con los que algunos fabricantes casi convierten una simple etiqueta en un capítulo de libro, sino del origen del producto.

Más allá del cava o el fuet, que tienen perfectos sustitutos en los espumosos de nuestra tierra o el salchichón leonés de toda la vida, el boicot a los productos catalanes ya causa un efecto notable en las empresas de esa región española. Y, qué quiere que le diga, si este desprecio por parte de los consumidores sirve para frenar un disparate que desde los despachos de la política no se ha conseguido detener, al menos con la contundencia y celeridad esperadas, me parece fantástico.

En esa cesta de la compra del leonés que sabe diferenciar y se enorgullece de ser español están las peras leridanas o las manzanas de Gerona, que no le llegan a las del Bierzo ni por asomo, el Cola Cao –muy lejos del extraordinario soluble de Santocildes–, las ‘Mongetas del Ganxet’ mucho menos famosas que las alubias de La Bañeza, o las patatas de Prades, cuya comparación con las leonesas es una imprudencia. Y así mil productos. Quizás al final los más perjudicados sean los trabajadores de esas empresas, pero la satisfacción de no seguir financiando a quien le acusa de robarle no se la quitará nadie.
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