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La dictadura del proletariado

28/01/2020
 Actualizado a 28/01/2020
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Cuando éramos adolescentes, en tiempos de Franco, algunos pensábamos que la solución ideal sería el comunismo, por eso de que todos seríamos iguales, se repartiría la riqueza e incluso nos parecía más evangélico. Algo parecido debían pensar los habitantes del pueblo en que me tocó vivir cuando tuvieron lugar las primeras elecciones municipales. El Partido Comunista obtuvo mayoría absoluta. La idea que tenían muchos votantes era que aquellos que tenían más casas o más tierras tendrían que repartir con los que tienen menos. De hecho una señora se presentó en el Ayuntamiento a ver cuándo repartían las tierras. En honor a la verdad he de decir que los dos alcaldes comunistas que gobernaron dicho municipio eran buena gente. Eran otros tiempos.

Una vez superada la adolescencia y juventud servidor tuvo la oportunidad de estudiar el marxismo, tanto en su aspecto teórico como en su aplicación práctica. Palabras como ‘materialismo histórico’, ‘materialismo dialéctico’, ‘lucha de clases’, ‘plusvalía’, ‘dictadura del proletariado’… o frases como «la violencia es la comadrona de la historia», «la religión es el opio del pueblo» o «proletarios del mundo, uníos» comenzaron a resultarme familiares. En cuanto a la aplicación práctica fuimos conociendo la trayectoria, desde que Lenin tradujo la primera parte de El Capital de Marx al ruso, en San Petersburgo, pasando por el carnicero Stalin, China, Cuba, etc. hasta nuestros días.

Cuando Marx y Engels formularon la expresión «dictadura del proletariado» le daban un significado positivo en el sentido de que sería el pueblo el que controlara los medios de producción frente a la «dictadura de la burguesía». Probablemente nunca imaginaron que el comunismo llegaría a ser una verdadera dictadura, con toda su crueldad, anulando la verdadera libertad del individuo, que nada tiene que envidiar a las llamadas dictaduras de derechas. Pero no nos engañemos, el proletariado, esto es, el pueblo, no es realmente el que manda, sino el que en un principio elige a los jefes del Partido, que serán los que viven como verdaderos capitalistas a costa del pueblo ignorante. Los líderes son muy listos y saben muy bien aprovecharse de una militancia adoctrinada en el odio y el resentimiento, al igual que de un de electorado ingenuo al que se promete un inalcanzable «paraíso en la tierra». Entre tanto los jefes tienen buenas casas y buenos sueldos. Lo malo no es que esto haya ocurrido en un pasado que debería estar superado, sino que, ¡quién lo diría!, en pleno siglo XXI puede darse en España.
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