16/09/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Fue el 11 de septiembre de 1714, en la Guerra de Sucesión española, cuando el duque de Berwick, al mando del ejército borbónico, hacía suya Barcelona tras más de un año de sitio. Se suprimían entonces las instituciones catalanas y se imponían otras de origen foráneo, que el nuevo rey de España, Felipe V, plasmaría en el Decreto de Nueva Planta de Cataluña.

Y esa última defensa de Barcelona se recuerda ahora cada 11 de septiembre convertida en la fiesta de toda la comunidad autónoma catalana: la Diada. Una jornada con un importante cariz catalanista, sobre todo en los últimos años, y que en este 2015 se presentaba como una ocasión propicia para testear los ánimos de un pueblo que el próximo 27 de septiembre tiene que pronunciarse sobre su futuro en las urnas.

Supongo que habrás visto imágenes de la Meridiana barcelonesa, una de las principales avenidas de la ciudad, llena de miles y miles de personas ondeando sus ‘esteladas’, las banderas independentistas catalanas. Qué quieres que te diga… Sinceramente no sé si serían dos millones, uno o medio los que participaron en la llamada Via Lliure; dejémoslo en un montón –un buen montón–, ¿te parece?

Pues resulta que ese montón de gente, heterogéneo como la sociedad misma, salió a la calle para decirle al mundo que quiere que sea su pueblo, y no otro, el que decida su futuro.

Cierto es que hay otro montón de catalanes que prefiere seguir como hasta ahora. Y a esos –faltaría más– hay que tenerlos en cuenta. Pero a los otros también, claro. Y, según parece, el 27 de septiembre nos podremos hacer una idea de qué montón es más grande…

Pero, al final, no dejan de ser unas elecciones al parlamento catalán, y no una consulta sobre su independencia. Y sigo sin entender por qué se impide que los catalanes decidan su camino a seguir; pero en condiciones, como se ha hecho ya en Quebec, o –sin ir más lejos, el año pasado– en Escocia. Que se sepa, no ha habido ninguna catástrofe…

Y, ya puestos a consultar, que nos dejen también a los leoneses pronunciarnos sobre el marco autonómico… Apuesto a que el montón de los queremos salirnos de él no es, precisamente, pequeño…
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