La detenida por matar a Gabriel no colabora

Ángel pasó varios días, desde principios de la semana pasada, sabiendo que su novia estaba detrás de la desaparición de su hijo

L.N.C.
13/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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La detención de Ana Julia Quezada no fue una sorpresa y menos para los padres de Gabriel Cruz, el niño de ocho años asesinado en Almería. «No se podía decir nada porque era parte de la investigación», reveló este lunes Patricia Ramírez en una entrevista a la Cope. Para Puri Carmen, la abuela del pequeño, que el 27 de febrero estaba en Las Hortichuelas (Níjar) con su nieto y la pareja de su hijo cuando el niño salió de su casa después de comer, tampoco lo fue. Los investigadores les pidieron que disimularan para evitar que la sospechosa se pusiera en alerta y pudiera complicar aún más las pesquisas. Ellos hicieron de tripas corazón y aguantaron el tipo de forma admirable. «Lo sabíamos todos», admitió la alcaldesa de Níjar, Esperanza Pérez que ha estado muy cerca de la familia.

Ángel Cruz, el padre, habría sido de los últimos en ser informado del avance de las investigaciones, porque antes había que descartar por completo su implicación en la desaparición de Gabriel Cruz. No es que en algún momento hubiera indicios concretos contra él, pero al ser la pareja de Ana Julia había que descartar por completo su implicación. Ángel pasó varios días, desde principios de la semana pasada, sabiendo que su novia estaba detrás de la desaparición de su hijo. Tanto él como su exmujer, instruidos por la Guardia Civil, apelaron varias veces al «corazón» de quien se había llevado a su niño para intentar que se derrumbara. No lo lograron, pero mantuvieron la difícil calma.

El domingo, por fin, cambió todo para los padres. De la angustia por no saber dónde estaba Gabriel pasaron al dolor inmenso de conocer su muerte. Lo del arresto de Ana Julia Quezada era ya lo de menos para ellos. Lo tenían asumido, pero aún les quedaba la esperanza de que su pequeño siguiera con vida.


El mismo día

La autopsia realizada al cadáver del niño en el Instituto de Medicina Legal de Almería confirmó la hipótesis con la que trabajaban los investigadores: Gabriel había muerto el mismo día que desapareció por estrangulamiento. Pero además el cadáver tenía golpes, de lo que se infiere que Gabriel intentó defenderse. Algunos de ellos, además, podrían responder a las lesiones que sufrió el cuerpo cuando la autora de los hechos se deshizo del cadáver.

Hasta la mañana de este lunes distintas fuentes aseguraban que Ana Julia Quezada había arrojado el cadáver a un pozo. En realidad, lo dejó en una canalización para riego, una especie de acequia, de apenas un metro de profundidad cercana al aljibe de la finca que la familia Cruz tiene en Rodalquilar, tapado por ramas y tierras. De ahí que el cadáver estuviera parcialmente cubierto por barro cuando lo hallaron los agentes en el maletero del coche de la mujer. La confusión se produjo porque los agentes que la vigilaban el domingo por la mañana no la vieron sacar el cuerpo; sólo cómo cogía de su utilitario color gris una manta y minutos después regresaba al vehículo con un bulto cubierto por ella. Los rumores hicieron el resto.

Esta nueva localización del cadáver explica mejor que la mujer tardara solo unos minutos en recuperar el cuerpo, algo imposible, si hubiera estado en un pozo y no hubiera contado con ayuda. La hipótesis, en cualquier caso, es que no lo cambió de sitio en los 13 días en los que estaba en paradero desconocido y que solo se decidió a trasladarlo al saber que la Guardia Civil iba a realizar nuevos registros.

Una de las dudas que persisten es si esta finca había sido rastreada antes por los agentes. Hay versiones encontradas: algunas aseguran que se buscó allí el mismo día de la desaparición, dado que pertenece a la familia del niño; otras, sin embargo, no lo confirman. El primero de los escenarios plantea dos hipótesis: o bien no se hizo bien esa búsqueda, o si fue minuciosa el cadáver podría haber sido trasladado desde otro lugar. Los análisis de las muestras recogidas del cadáver podrían aclarar esta duda.

La finca de Rodalquilar era un lugar ideal para los propósitos de Ana Julia Quezada. Es una extensión grande, a salvo de la mirada de curiosos; está a apenas 4,5 kilómetros y además la sospechosa tenía llave. La vivienda que hay en el terreno había estado alquilada hasta hace solo dos meses.

La hipótesis policial, a estas alturas, es que el 27 de febrero, entre las tres y media y las cuatro menos cuarto de la tarde, Gabriel sale de la casa de la abuela en Las Hortichuelas y Ana Julia Quezada le sigue segundos después. Ella siempre sostuvo que estuvo más tiempo en la casa, pero la abuela parece desmentirla.

Ya en la calle le dijo al niño que subiera al coche y directamente se dirigió a la finca familiar. Todo apunta a que allí se habría cometido el crimen, entre otras razones porque el utilitario color gris de la sospechosa fue examinado por agentes de Criminalística de la Guardia Civil y no se encontraron vestigios sospechosos. Luego, de forma un tanto precipitada dejó el cuerpo en la acequia que hay junto al aljibe, lo tapó con ramas y tierra y regresó a Las Hortichuelas a esperar a su pareja y «colaborar» con la búsqueda.

Ardides

Es en esos primeros momentos cuando la pareja habla de que se podía ofrecer una recompensa, según explicó el padre en televisión, y los amigos incluso se ofrecen a colaborar en ella. Al día siguiente, en las primeras búsquedas organizadas, la sospechosa «pierde» su teléfono móvil, que es encontrado a las pocas horas. Días después hay otra sorpresa: cuando los investigadores le piden que les entregue su teléfono explica que lo ha vuelto a perder y que se ha comprado otro. Había borrado archivos de un ordenador personal.

Tras su detención, Ana Julia Quezada dijo que alguien le había llevado el cadáver a su coche. No sabía que había sido fotografiada entrando y saliendo de la finca. Este lunes un vecino aseguró que en el edificio de Vícar que compartía con su novio hay zonas de garajes y trasteros sin terminar. A pesar de las pruebas la sospechosa mantuvo su inocencia y se negó a colaborar en la investigación.
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