La despoblación y el estreñimiento político

Los cambios desde los años 60 han hecho que cambiara el estado de los pueblos

Ramón Cela
12/05/2019
 Actualizado a 17/09/2019
Entre la naturaleza, se difuminan ya los pueblos.
Entre la naturaleza, se difuminan ya los pueblos.
Para atacar con eficiencia un problema, es preciso saber de primera mano cuáles son las causas que lo han provocado y una vez hecho un exhaustivo análisis, tratar de poner remedio de la forma menos traumática para el caso que nos ocupa. La despoblación de los pueblos.

Ya  pasados los años setenta, la emigración de las gentes de los pueblos fue tremendamente traumática para los pueblos, tanto del llano como de la montaña, pero sobre todo para aquellos pueblos de montaña, que incluso antes de los años ochenta, no tenían luz, agua corriente o teléfono . Así, todas aquella manos disponibles para trabajar, buscaron a fuerza de mucho esfuerzo la manera de conseguir, en muchos casos por medio de prestamistas o bancos con gran usura, un poco de dinero para pagarse un viaje al extranjero y con la ayuda de vecinos, familiares o amigos, poder mantenerse hasta encontrar un trabajo, que en muchos casos, era denigrante o mal pagado.

Los pueblos se fueron quedando vacíos y sin unos brazos fuertes como exigen las labores del campo. Pronto, solo quedaban ancianos y niños, que estos últimos, en el mejor de los casos, gozaban de algo que desgraciadamente se fue olvidando: Las Escuelas Hogar, que cumplieron una misión además de educativa, social hasta la médula.

Pronto llegaron los primeros envíos de divisas, que, queramos o no, fueron los que sacaron a nuestro país de una miseria compartida por más del 80% de la población. Solo quedaban los grandes profesionales, aquellos que mantenían dignamente una familia y hasta se permitían el lujo de poder pagarles unos estudios, porque aquellos profesionales medios no tenían más remedio que recurrir a la Iglesia si querían que sus hijos pudieran estudiar y ser  «algo» el día de mañana.

Así se fue forjando este país. Con el esfuerzo colectivo de toda la ciudadanía se llegó a un punto en el cual, se miraba por encima del hombro a nuestros vecinos más pobres y comenzaron a proliferar las agencias de viajes, donde erróneamente muchos españoles hemos cogido billetes para ver y observar la miseria de otros países más desafortunados.

Al disponer de divisas comenzaron a hacerse carreteras, arreglar caminos y hasta a poner teléfono público en algunos pueblos. Pasados los años ochenta y cinco, ya eran muy escasos los pueblos que todavía no tenían luz eléctrica y  con ella muy lentamente avanzaba el ensanche de algunas carreteras de montaña. Había pueblos con teléfono y usuarios que aprendían a marcar en los teclados para preguntar a los vecinos del pueblo de al lado si llovía o hacía sol.

Cuando comenzó el regreso de los inmigrantes, ya apenas quedaban rebaños en los montes y en ocasiones, quizás demasiadas, vieron como aquellas montañas verdes y frondosas que todavía conservaban en sus retinas, solo eran unos peñascos desérticos por las manos incendiarias de aquellos cuatro ancianos que quedaban en el pueblo y no podían cuidar los pastos, razón principal de los innumerables incendios intencionados que se producían y  que a  día de hoy continúan, pero ya con los mismos autores y, en cierto modo, con ayudas externas de aquellos que dicen amar el monte y la fauna.

Todo parece indicar que ya no existe una marcha atrás en la despoblación de los pueblos, pero eso, no es más que alguna opinión de aquellos que no conocen, ni a los pueblos ni a sus gentes.
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