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La deriva ideológica

21/01/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Glosa David Rubio la ‘deriva ideológica’ en su magnífica colaboración del domingo, 13-1-19 titulada ‘No provoquen al columnista’ como algo preocupante en la vida civil del individuo actual, espectador de cada día más extravagantes pactos entre políticos de distinto signo; y resalta la aparición en política de siglas que ya creíamos extintas. Y el cronista, que, por edad, ha pasado ya casi todos los túneles y precipicios de ese camino, se hace eco de tal desasosiego, relativizándolo un tanto, hasta casi dejarlo en anécdota y a merced de la ironía corrosiva. ¿Quién, cuántos de nosotros, mantenemos intacta la inocencia, a estas alturas? Porque es de lo que se trata, de aquella primigenia inocencia del que era de derechas o de izquierdas según la familia a la que pertenecía, el colegio en el que se educaba, o los amigos que tenía, que se ha venido abajo ante el devenir de una política verdaderamente sorprendente y sorpresiva.

«Cuando un político cambia de ideas se convierte en un intelectual», afirma H. Vázquez Rial en ‘Libertad Digital’ del 16-8-18, Y, siendo así, viene a ser como si despertara de un sueño provocado por circunstancias ajenas, del cual despierta para entrar en el dulce caminar del pensar consciente y cognitivo. No parece tan mal así visto. Y abundan los ejemplos de los pensadores evolutivos que abarcan desde los grandes filósofos hasta Unamuno, quien afirmaba que, ganara quien ganara la guerra civil, Franco o Azaña, se convertiría en dictador perpetuo a ser posible. También aseguraba, en una carta a Ganivet de 1898, que «las naciones están destinadas a desaparecer» y eso que él era vasco, y eso pesaba mucho.

¿Y, cual era la solución que proponía Unamuno? Pues ausentarse para no verlo, como hizo Chaves Nogales. Es decir, que cuando se produce la deriva ideológica y el político deviene intelectual, prepárense los intelectos libres a tomar las de Villadiego. Porque la generación del cronista ya puede aportar ejemplos suficientes de países enteros con cuyas revoluciones estuvimos, que ahora lucen talla de dictadorazos o dictadorzuelos, una vez apropiados de todas las ideas y aplicando aquellas que convienen a sus bolsillos.

Ergo la deriva, en política, es una enfermedad endémica del pensamiento humano para la cual no se conoce remedio. Así que, lo que queda es cambiar la súplica: No disparen al columnista. Y pedir a la sociedad civil que se esmere a la hora de elegir en las votaciones. Porque ella, la sociedad es la que decide siempre. Como confiesa Martín Villa a Vázquez Montalbán en una entrevista: «La transición no nos la inventamos nosotros (los políticos). Se había producido en la sociedad».
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