La deidad de la deuda

20/04/2021
 Actualizado a 20/04/2021
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Con papeles bajo el brazo y un montón de razones que se cierran en el círculo del «porque el juez lo dice» laley llamaba a la puerta de Toñi y José. Tras años sin suerte, ambos habían encauzado de nuevo el rumbo y la palabra nómina volvía a casa como hija pródiga. En mitad de la sonrisa que la recibía, la parte dormida del sentido común les recordaba que la suma de los pagos hipotecarios no daban. La deuda sepultaba ese nuevo respiro al sonar el timbre. Del otro lado de su puerta cientos de verdades que se escudaban todas en alguien que no estaba. El comité judicial, en el juez, el procurador en su cliente, la inmobiliaria que había comprado su deuda comercializando con la necesidad ajena a un banco que defendía no estar por no ser, pese haber sido causa y efecto de lo que era y estaba. Los agentes policiales en función de las necesidades legales y el cerrajero a la espera de cambiar llaves, símbolo del agravio que se perpetraba al abrir. Todos a sus órdenes. Nadie recibía el mandato de la empatía, mientras se rendía culto al ahorro comprometido. Si no puedes pagar te quedas sin lo comprado, sea un jersey, un reloj o la casa donde la almohada guarda a solas los sueños que no fueron y las noches en vela para intentar cuadrar números. Y como cliente, juez, inmobiliaria, mandato y encargo se conviertan en un único animal, aparece una boca llena de colmillos que encienden un canibalismo no declarado. Demasiadas voces, demasiadas razones selladas a ordenador, demasiadas deudas, demasiada fealdad y un apetito bestial. Toñi cede a la demasía yrecoge las cuadros con las fotos de los suyos antes de verse obligada a salir y, en dos minutos, ya otra llave abre su puerta.A vista de mosquito, la escena se percibe como un error que ojalá se fundiera a negro, piensa el insecto, pero no lo hace para enseñar qué camino más equivocado ha escogido la sociedad para avanzar hacia sí misma. Cuánto fallamos en lo común cuando le damos la razón a un billete.
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