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La Cultural o el destino

29/11/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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La Cultural para mí será siempre aquel equipo de inicios de los setenta que, recién llegado a León, yo veía desde el piso de mi hermana (alguna vez también desde el campo) y cuya alineación aún puedo decir de memoria: Bernardo; Godoy, Maño, Paredes; Piñán, Roldán; Ovalle, Villafañe, Marianín, Félix y Zuazaga. En su primera temporada en Segunda División hicieron una gran campaña y a punto estuvieron de subir a Primera, por lo que, al acabar aquel año, el equipo fue desmantelado. Sus tres mejores jugadores: Piñán, Villafañe y Marianín (este llegó a ser internacional absoluto), fueron vendidos al Real Oviedo y el club leonés nunca más volvería a ser el que fue.

La decadencia de la Cultural corre pareja desde entonces con la de una ciudad que, más o menos por aquella época, entraría en una recesión que aún le dura a día de hoy. Y es que las historia de los clubes de fútbol, contra lo que los antifutboleros creen, tienen mucho que ver con las de las ciudades que representan, sirviéndoles de termómetros y hasta de espejos de su situación real.

Basta mirar las clasificaciones, de Primera División, de Segunda y de Tercera (la eufemística Segunda B de estos tiempos, en la que la Cultural navega) para conocer la situación económica, política y demográfica de nuestras ciudades y de nuestras autonomías. Salvo excepciones, hay una correspondencia entre el  estado de salud de éstas y el de sus clubes representativos y en esto la Cultural Leonesa es un ejemplo de libro: aquel equipo de pueblo de sus inicios que jugaba en campos de tierra alcanzó sus máximas cotas hacia mediados de los cincuenta, cuando la ciudad crecía alentada por una industria minera y una provincia populosa y el equipo alcanzó la Primera División, tuvo un rebrote en los años setenta, la época que yo recordaba, de la mano de la construcción y de la crisis energética mundial, que volvió a encarecer el carbón, y cayó por fin en una decadencia que desde los ochenta se corresponde con la de una ciudad y unos pueblos cada vez más envejecidos y con peor pulso económico.

Con los vaivenes propios de un gran declive, el centenario equipo del Parque y La Puentecilla, antaño heroico y muy respetado, sobrevive a duras penas en un estadio de lujo al que acuden a jugar otros tan desdichados como él (Logroñés, Compostela, Racing de Santander…) mientras que su gran rival provincial, la Ponferradina, le mira por encima del hombro y hasta el Astorga, que siempre fue un equipo de regional, le tutea. Que los destinos de una ciudad y de su equipo de fútbol suelen ir unidos lo demuestran estos dos ejemplos y a León debería servirle de reflexión.
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