La cruz de Peñalba

17/07/2018
 Actualizado a 15/09/2019
Guardar
Despertaba Peñalba a una mañana diferente dentro del mismo cielo. Se deshacían las nubes al tiempo que se escuchaban los sonidos de las herraduras de las caballerías subiendo hacia el enclave montañoso berciano. El Rey Ramiro II oficiaba viaje para entregarle a Genadio, abad del ahora extinto monasterio de Peñalba una cruz votiva de latón. El episodio de la visita del siglo X se escenifica cada año bajo las faldas de los Aquilianos para subrayar una historia que no perdió la memoria pero sí el símbolo. La cruz viajó a otras localizaciones para dejarse ver y explicarse, y el Bierzo no ha hecho más que reclamar la vuelta de su hija pródiga, que se hospeda en León por obligaciones técnicas, dicen. Y de tanto rezar por recuperar una cruz, el recoleto enclave berciano ha encontrado otra que le gustaría que se llevaran lejos sin reclamo. Peñalba tiene la cruz de la tormenta sobre sí misma, vigilándola después de prepararla para ella. Primero le dio un incendio que quebró su sustrato natural. Al tiempo le dio un galardón, como si fuera la arena que hace pareja con la cal, pero solo como un espejismo del que ahora despierta. Entró a formar parte de la lista de pueblos más bonitos de España y sacó pecho para mostrarse con su mejor cara…pero no duró mucho la buena nueva. A la puerta esperaban los truenos para romper los sueños de lo, por otra parte, merecido. A cada tormenta, los accesos se cortan. Con las lluvias, los arroyos se hacen fuertes y arrastran el lodo que les sobra de los altos hasta el asfalto. Enmudecen los viales, ciegan las pistas y Peñalba se cierra en sí misma. Cae sin remedio, una y otra vez, frente a los dedos cruzados de los vecinos y a unas administraciones que inyectan placebos, pero no meten mano al bisturí. Y no queda más que operar, eso o ver como Peñalba coge carrerilla de regreso al siglo X.
Lo más leído