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La crónica de un suicidio ‘feizbuquiano’

18/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Qué desastre, ya no te dejan ni morir en paz. Eso es lo que le ha pasado a un buen amigo, que tuvo la genial idea de anunciar públicamente su suicidio, eso sí, virtual. Quiso por mera cortesía despedirse de sus amigos, conocidos y desconocidos de Facebook y las reacciones que suscitó su macabro anuncio le pillaron desprevenido, haciéndole dudar de si realmente tenía que abandonar o no para siempre el mundo creado por el Dios Mark Zuckerberg. Sobra decir que el único culpable de todo lo sucedido es él por querer actuar con educación extrema en un ambiente en el que precisamente lo que predomina es la falta de ella. También es cierto que el suicidio virtual tiene varias ventajas. Puedes resucitar cuando quieras sin necesidad de que se obre algún milagro y también existe la opción de reencarnarte y elegir otras redes sociales donde habitar. Pero volvamos a las reacciones suscitadas y al fenómeno acaecido y que vienen a demostrar que los seres humanos nos movemos por ciertos impulsos en la vida real y en las otras paralelas en las que nos hemos autoinflingido vivir.

La publicación de su muerte ‘feizbuquiana’ habrá sido de las que más comentarios y emoticonos hayan recibido en su trayectoria. Lo anecdótico es que tras hablarlo con él, desconocía que muchas de las personas que le dieron el pésame por su próximo fallecimiento pertenecían a su misma tribu virtual, ya que nunca habían reaccionado a ningún mensaje previo. Y eso demuestra que en Facebook hay mucha ‘vieja del visillo’. Están observando escondidas detrás de visillos tejidos con cientos de direcciones ip, atentos a tu vida pero sin hacer ningún movimiento que pueda delatar su presencia. Pero curiosamente, a la hora de acudir al tanatorio de la Red sí que salen de su escondite y públicamente se hacen ver. No me digan que esta conducta es idéntica a la que sucede en los velatorios donde la carne del protagonista se pudre de verdad. Aparecen personas que se han ganado la invitación para ese espectáculo durante la vida del solista que se despide, pero que a pesar de ello quieren que el público les vea dar el último adiós al de la caja, aunque en algunos casos sea el primer y último adiós que le den.

Tengo que reconocer que cuando comencé a leer los llantos y quejidos en forma de comentarios que las plañideras escribían en el muro de mi amigo tuve dudas sobre cómo actuar al respecto. ¿No escribo nada y le llamo para preguntarle si ha ocurrido algo o simplemente felicitarle por haber tenido la valentía de abandonar el mundo irreal y engañoso del amigo Zuckerberg? Pero claro, ¿qué pensará el suicida y sus acólitos si no me despido de él virtualmente? Y si al final decido escribirle un pequeño epitafio, ¿en qué sentido lo hago? ¿Le digo que «buenas noches y mucha suerte» o le imploro que por favor reconsidere su decisión y no se lance al vacío? Si opto por lo primero, quizás se pueda entender como que me da igual su muerte, pero si me decanto por pedirle unos bises pensarán que soy un oportunista. Y estos dilemas me imagino que también habrán asaltado a todos aquellos que se hayan enfrentado a esa retahíla de pésames, por lo que al final, al igual que en la vida real, te ves condicionado hasta en la muerte de un amigo, o conocido para algunos, sobre cómo actuar.

Nunca lo hubiera pensado, pero la muerte, al menos la ‘feizbuquiana’, tiene efecto boomerang. Mi amigo anuncia su futuro suicidio sin otro propósito, como dije anteriormente, de ser educado hasta para morirse. Y resulta que ahora tras leer los mensajes dejados en el muro de condolencias tiene dudas de si suicidarse finalmente o no, ya que son mayoritarios los que le piden por favor que dé un paso atrás y no salte al precipicio, aún sabiendo que muchos de estos lo único que harán si decide arrepentirse es deslizar su dedo ante sus futuras publicaciones sin detenerse más de cinco segundos para saber qué dice o deja de decir sobre temas varios. Pero claro, si ha sido valiente para anunciar que se va por la puerta grande y ahora recula, podría entenderse que lo único que buscaba era cariño y caricias más o menos sinceras del respetable. Vamos, lo que se viene llamando un baño de masas. En definitiva, después de haber sopesado si se suicidaba o no, ahora que ya había tomado una decisión, tiene que volver a perder tiempo en pensar qué hacer.

Mi consejo fue claro. Da el paso, despéñate entre las teclas de tu portátil, disfruta de tu descanso eterno placentero y por favor, cuando decidas suicidarte en otra red social hazlo con nocturnidad y alevosía, que al final es lo que más abunda por esos lares.
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