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La corrida del gamusino

10/03/2019
 Actualizado a 07/09/2019
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Entre la disolución de las Cortes, los decretos ley, la enredada ‘enredadera’, las precampañas electorales, los sondeos demoscópicos, el mágico CIS, el día de la mujer trabajadora, la ola de feminismo que nos invade y el carnaval con sus prólogos y sus epílogos (éstos hasta el entierro de Genarín) estamos en un sinvivir. Con esta contaminación mediática y fáctica, no hay quien se entere de la llegada de la Cuaresma. Una gacetilla en un medio escrito y nada más; y eso más por la «imposición de la ceniza» (¡qué cosas!) que por lo que implica el parar un poco en uno mismo y preguntarse qué está haciendo o no haciendo con su propia vida y con la vida de los del entorno. Pienso que debería darse a esta etapa de fuente cristiana, nuestra desde hace siglos, al menos la misma cobertura que se da, por ejemplo, al Ramadán (y que conste que éste lo escribo con mayúscula y con todo el respeto). Así lo pedía con gracejo un WhatsApp que me endosaron. Aunque solo sea porque, si noticia es lo que es raro y malo, ahí tenemos a la Cuaresma (ironía vuelve): raro, porque parece algo residual en nuestra cultura, como la corrida del gamusino; y malo, porque así lo parecía en la percepción popular, como lo muestra, verbi gratia, el dicho multisecular de que«la Cuaresma y la Justicia están hechas para los pobres».

Escrito lo escrito y ante los silencios ominosos, les hago saber que ya estamos en esta etapa de vida cristiana que comenzó el pasado miércoles y que, peldaño a peldaño, culminará con la gran fiesta de la Pascua, que es fuego y luz, agua y fecundidad, palomas y globos, traje nuevo y toque de campanas, aleluyas y resurrección. Justamente aquello que está hambreando la raza humana desde que, allá en los orígenes, echamos a perder la armonía y la paz. O sea, volver a reencontrar lo que perdimos por el gran y único pecado (que es más que un error o una flaqueza) del egoísmo, la «dictadura del yo» que dicen los expertos.

El papa Francisco (el próximo miércoles se cumple el sexto año de su elección), en el Mensaje para este tiempo cuaresmal, invita a los católicos (y a quien quiere apuntarse) a caer en la cuenta de que no podemos considerarnos los dioses de la creación, sus dueños absolutos, porque, con esta mentalidad, acabaremos por abusar de ella, poniéndola sin medida a nuestro servicio (eso es «explotarla») y, en último término, haciendo que se perjudique al resto del Universo. Una vez más aparece la preocupación ecológica del Papa: «el cuidado de la casa común». Esto también es Cuaresma.
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