La Copa del bocadillo

24/01/2020
 Actualizado a 24/01/2020
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No sé muy bien cuántos años llevo siendo socio de la Cultural, yendo al campo a ver al equipo y, en resumen, llevándome decepciones por lo general. En todos esos años de sufrimiento y dolor buscado, siempre calificaba los partidos en dos tipos: los de bocadillo... y el resto.

Porque los días de llevarse bocadillo al campo eran días grandes, días en los que se encendían las luces del estadio y la gente se acordaba de que León tenía un equipo de fútbol. Nuestra ‘Champions’ particular, el ir al fútbol entre semana, el cosquilleo por dejar por un día de lado a los Sestaos, Amurrios y Guijuelos para ver en directo a aquellos a los que solo podías ver en la televisión.

Abrigados hasta las cejas nos emocionamos con el gol de Txiki contra el Racing y de rozar la sorpresa contra el Deportivo de Diego Tristán, Valerón, Djalminha y Mauro Silva. Con la tortilla aún en la garganta bajamos las escaleras del recién estrenado Amilivia para celebrar el gol de José Vega en la prórroga ante el Rayo y nos dimos cuenta de que el Atleti de Luis Aragonés nos quedaba demasiado grande. Tiramos la manta al suelo para gritar el gol de Adriano contra el Albacete y nos dimos cuenta que ese chaval de nombre Fernando Torres no tenía mala pinta. Nos bajamos a la primera fila a vivir lo más cerca posible el penalti de Paulino que eliminó al Alavés y que nos dejó ver cómo poníamos contra las cuerdas al Athletic de Yeste, Del Horno, Urzaiz y Etxeberría.

Los partidos de bocadillo siempre dejaban buen sabor de boca y ayer, en lo que me preparaba para volver a ver a la Cultural en una de esas, sentía cierta nostalgia de haber perdido aquella inocencia de creer que mi equipo podía ser grande por un día. Ojalá cuando lean esto lo haya vuelto a creer.
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