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La conversación

16/02/2020
 Actualizado a 16/02/2020
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Ahora que la nueva política de los Oscar permite dar el máximo galardón a cintas extranjeras rodadas en lengua no inglesa, puede que haya nostálgicos que necesiten regodearse con aquellos tiempos en que un autor norteamericano acaparaba dobles nominaciones en esa categoría y otras dos más. Corría el año 1975 cuando ‘El Padrino II’ y ‘La Conversación’ le dieron tantas alegrías a F.F. Coppola.

Pero, nostálgicos, el mundo es muy otro. Así que ajo y agua. Aunque ‘El Padrino II’ siga recordándose como una de las mejores películas de la historia, de ‘La Conversación’ nadie se acuerda, a pesar de que contó con un Gene Hackman en estado de gracia. Ahora La Conversación es otra cosa.

O varias. Es una web divulgativa montada por periodistas y académicos cuyos artículos a veces vampirizan diarios como El País y The Guardian. Y es algo más grande aun, algo que esos periódicos tratan de articular y engordar como a una gallina pularda. Algo que, por ejemplo, ampara una de las últimas iniciativas del diario anglosajón. Una serie de videorreportajes ‘online’ llamada ‘Masculinidad Moderna’. Que prestan atención a cosas tan dispares como las artes marciales mixtas, la circuncisión, los modelos de comportamiento, la paternidad o la solidaridad entre varones. Y que tienen la humilde intención de, según su creadora, la periodista Iman Amrani, alimentar La Conversación.

Aquella se podría definir por comparación de corte avícola (por mantener el estilo) diciendo que es a los ‘trending topics’ lo que la docena al huevo. Todo lo que acapara nuestro debate es La Conversación.

¿Pero tiene reglas? Me da que no. Porque ni se nos enseñan en la escuela ni las aprendemos luego. Y urgen, si no queremos que se convierta en aquella bola de la pesadilla que se hacía más y más grande cada vez. Por eso se debería enseñar a conversar de verdad. Se instruye en gestionar las emociones, aprender a aprender, hablar en público y debatir. Pero a ceder la palabra, asimilar lo que dice el otro y contraargumentar con sentido y en un tono coloquial no se enseña.

Lanzo aquí la propuesta para los programadores de los cursos de extensión universitaria de la Universidad de León: monten un curso de conversación. Y muera la nostalgia y viva el gallo capón.
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