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La conquista del verano

03/09/2022
 Actualizado a 03/09/2022
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Ya se sabe que antes el veraneo era sólo cosa de personas con la piel blanquísima porque ni recogían patatas ni iban a segar. El pasado mes de julio, durante un paseo por San Sebastián, me encontré de frente con una de las más conocidas: la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, que eligió la ciudad guipuzcoana para su veraneo. Y con ella, los que quisieron arrimarse a la realeza, que no eran pocos.

La estatua está en los jardines que hay frente a la playa de Ondarreta y viste con la sencillez propia de una veraneante de su categoría: corona y collar de perlas con siete vueltas. Iría a verla más gente si estuviera en traje de baño, aunque fuera uno de esos de faldas y pololos de la época, pero poner a una reina o a un rey en bañador en una escultura pública es algo que no ha ocurrido hasta el día de hoy, aunque las revistas del corazón ya nos los hayan enseñado varias veces.

La conquista del verano ha sido una de las principales de la clase trabajadora. Algunos lo pasan currando, pero sus vacaciones llegan en algún momento. Y la playa es de lo más democrático que hay, sin coste de entrada ni palcos. En ella la arena se mete entre los dedos de los pies de cualquiera. Y el mar, tan amable y generoso en verano, nos acoge a todos.

Agosto es el mes de vacaciones principal y era también el único que tenía Virtudes, la abuela del escritor Xesús Fraga, para volver a Galicia y ver por fin a sus tres hijas y a su madre tras pasar todo el año trabajando en Londres, en la limpieza de casas y de hospitales. El libro en el que Xesús lo cuenta, ‘Virtudes (y misterios)’, es un homenaje a su familia y a tantas otras familias emigrantes, y está lleno de emoción y de la verdad que tiene lo vivido. Gracias a la esforzada conquista del verano es un libro que he podido leer en la playa, reina yo también en mi silla de rayas azules y bajo mi sombrilla roja.

Cuando el descanso veraniego se acaba me gusta volver al paisaje conocido, que te abraza al otro lado de un parabrisas lleno de mosquitos estrellados. Así me gusta regresar: con el coche muy sucio y la cabeza algo más limpia.
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