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La coma rebelde

27/12/2021
 Actualizado a 27/12/2021
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Hay una anécdota que utilizan los maestros de Primaria para explicar a los alumnos de lengua el uso de la coma –o se nos explicaba en mis tiempos, antes de que llegaran a los colegios las modas de estar todo el día con bailes, canciones, manualidades y jueguecitos más propios de ludoteca que de una escuela– que una historia atribuida al rey Carlos V explica perfectamente la diferencia entre colocar bien o poner mal este signo de puntuación.

Al monarca le llegó un día la sentencia de un condenado para que firmara su pena: «Perdón imposible, que cumpla su condena». Cuenta la leyenda que el emperador se sintió en ese momento compasivo con el reo, y antes de firmar el dictamen cambió la coma de sitio, haciendo lo mismo con la suerte del condenado: «Perdón, imposible que cumpla su condena».

Luego surgieron otras variantes como el «Vamos a comer, niños» y el «Vamos a comer niños» y un ciento de ejemplos muchos de los cuales están recogidos en el libro ‘Perdón, imposible’ de José Antonio Millán que a más de un compañero que tuve en la facultad le vino de maravilla para entender el uso de los signos de puntuación antes de desembarcar en un periódico o una emisora de radio siendo capaz de escribir un párrafo con sentido y orden gramatical.

Es evidente que estamos gobernados por ignorantes –y esto vale a cualquier nivel de poder y color– y que el analfabetismo funcional de algunos funcionarios que están alrededor del asunto es de juzgado de guardia. Porque cuando uno ocupa determinado cargo en la cosa pública no ser un experto en derecho está muy mal, pero no saber escribir está aún peor. Y si no juzgue usted mismo la redacción del Real Decreto-ley 30/2021, de 23 de diciembre, y lo concerniente a la obligatoriedad del uso de las mascarillas en el exterior.

Claro, que entre la coma rebelde del emperador y la ambigüedad que últimamente reina en tantos textos normativos cuando lo que se busca es eludir responsabilidades y dejar todo abierto a posibles interpretaciones, uno no sabe si está en manos de ignorantes o de perversos. O de ambos.
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