06/10/2019
 Actualizado a 06/10/2019
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Los clérigos saben mucho de geografía. De territorios, de distritos, de capitalidades de sus mundos antiguos y rigurosos. Hace más de mil años ellos crearon muchas diócesis en Iberia. Luego, con los siglos, diversas sedes históricas se quedaron un tanto fuera del tiempo. Como sucede con Mondoñedo, la bella y cunqueiriana. O con Coria, donde tanto se refugiaba Rafael Sánchez Ferlosio. O con Orihuela, la hernandiana y ahora muy dolorida ciudad de la vega del Segura, arrasada por el vendaval. O con la fronteriza Tuy. O con la bellísima El Burgo de Osma.

¿Qué hizo entonces la sabia clerecía cartográfica? Pues inventó las co-capitales de diócesis, y de paso las concatedrales. Y por eso Mondoñedo aceptó a Ferrol como pareja de baile. Y Coria se unió a Cáceres. Y Tuy a Vigo. Y El Burgo de Osma a Soria. Y Orihuela a Alicante para compartir mundo y obligaciones ultraterrenas. Y, sobre todo, terrenas.

El ejemplo eclesiástico podría haber servido para resolver un problema que se planteó en los años 80 del pasado siglo en la cuenca del Duero. Fue cuando unos políticos, sobre todo postfranquistas, crearon la comunidad de Castilla y León al tiempo que dieron luz verde a Cantabria y Rioja, que jamás fueron otra cosa que demarcaciones secundarias de Castilla. Así las cosas, ¿qué menos que hubiera quedado clara que la capital de las dos regiones fusionadas sin pregunta previa a los interesados, fuera León-Valladolid? León antes, por razones históricas cruciales. ¿Y qué menos que León fuera la sede de unas cuantas consejerías, o incluso de las Cortes –no en vano es la patria mundial del parlamentarismo–, lo que, sin duda, contribuiría a fortalecer esa atrabiliaria condición birregional que nos caracteriza?

Queremos un reconocimiento de envergadura. Si no sucede así, es evidente que esta comunidad seguirá siendo un proyecto sin alma, aunque tenga cuerpo civil y administrativo. En todo caso, visto lo visto, y conocido lo conocido, soy de los que creen que el sentimiento castellano-leonés no solo no existe, sino que no existirá nunca. Ni siquiera el leonés allende nuestra provincia. ¿Se sienten muy leoneses los salmantinos? Dudoso es. La comunidad es la suma de nueve provincias que son muy suyas, y hacen bien. Somos gente provincial, así nos hizo la historia. Incluso a mí me gusta más León como capital de mi provincia que de la región o la comunidad. Lo demás es filfa y gasto. Somos leoneses y españoles; con eso nos llega y satisface. No necesitamos intermediarios.
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