05/07/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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Parece que han pasado ya varios años, pero las fiestas de San Juan y San Pedro se acabaron el pasado jueves de forma oficial y el domingo artificialmente, porque como es costumbre, cualquier actividad es buena para incluir y alargar el programa. Y como era de esperar, un año más lo que tenía que ser el escape festivo de toda una ciudad volvió a pasar sin pena ni gloria, sin chispa, sin alicientes, con la excepción del Come y Calle, única iniciativa (privada, que no del Ayuntamiento) que ha dado color y calor durante diez días a un programa en el que apenas sobresalían los conciertos de la Plaza Mayor, que definían muy bien lo que es la cultura musical actual: lleno absoluto cuando el que actuaba era un fenómeno televisivo o de radiofórmula y media plaza vacía cuando el frío apretaba o la lluvia arreciaba con fuerza. Una apreciación más que obvia que se completa con otra: si hay que pagar, ya no apetece tanto ir a ver famosos sobre el escenario. Por todo esto creo que habría que repensar qué fiestas se quiere tener en León, ya que al margen del fin de semana, apenas se nota que la capital vive sus días con, se supone, más agitación de todo el año. Y eso que cada vez está más claro que San Froilán gana enteros para ser las verdaderas y grandes fiestas de una ciudad que tendría que tener animación durante todos los días desde San Juan hasta San Pedro y que debería implicar a pequeños y mayores en diferentes actividades que se alejen, por una vez, de la hostelería.
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