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La cesta sorpresa

26/09/2022
 Actualizado a 26/09/2022
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Si no es de primero, de segundo de comerciante es la lección de que a todos aquellos productos que no salen bien de una manera o que van quedando para atrás se les pone un cartelón indicando que están en oferta y si siguen sin venderse se hace un lote y se despachan en dos días. Lo mejor de todo, además de hacer limpieza en el almacén y recuperar inversión, es que el cliente medio nunca se va a sentir estafado sino que, además, pensará que sale ganando con la compra.

Los famosos ‘packs ahorro’ que llaman ahora a los lotes de toda la vida pero con afán de anglosajonizarlo todo, las cestas, cajas sorpresa y formatos similares son una estrategia de ventas tan vieja como útil más allá del comerciante de la escuela de don Senén, el célebre propietario de la tienda de ultramarinos en el bajo del edificio de la serie 13, Rue del Percebe a la que dio vida Ibáñez.

El Colmado Senén, en un local ubicado a pie de calle a la izquierda, se halla la tienda regentada por un tendero desconfiado pero ladino, que siempre encuentra alguna manera de engañar al cliente tanto con el peso como con la frescura o calidad de la mercancía que ofrece. Seguramente, si hace memoria, recordará a algún tendero de antes que era en su pueblo o barrio el vivo retrato del negociante de la historieta.

¿Se imaginan a estos comerciantes elaborando las cestas del racionamiento que estos que hacen cosas chulísimas creen que le convienen más que dejarle comprar libremente lo que le apetezca? Porque lo que hoy le venden como una idea fantástica, aplaudida por los palmeros y por los que aún no ven que dos manzanas un euro, un kilo de sal un euro, un paquete de harina, otro euro y cosas parecidas, vaya usted a saber qué será mañana. Si no se pone remedio.

Mucho se habla de los 30 productos por 30 euros, 28 por 29 y no sé cuántas más cestas sorpresa que han salido y saldrán. Pero nadie habla del contenido ni de la calidad y mucho menos de ofrecer un lote de productos que ellos llaman básicos por un precio que también ellos llaman módico o asequible, en lugar de estar preocupándose por qué en todos los hogares españoles no se puede comprar lo que a uno le dé la gana.
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